El Gobierno de Pedro Sánchez tiene este miércoles un examen difícil en el Congreso de los Diputados, donde deberá convalidar el decreto de modificación de la reforma laboral. No tiene hasta el momento una mayoría suficiente para sacarla adelante y menos aún el apoyo de lo que han sido hasta la fecha sus muletas parlamentarias, Esquerra, PNV y Bildu. Los únicos votos con los que cuentan el PSOE y Unidas Podemos son los de Ciudadanos, un partido en desaparición pero capaz de sumarse al acuerdo del Gobierno alcanzado con la patronal y los sindicatos UGT y CC. OO, no así otras fuerzas sindicales en Catalunya y Euskadi.
Atrapado en su laberinto de mentiras permanentes, Sánchez ha hecho pasar como una gran reforma del mercado laboral lo que son una serie de cambios menores acordados con la CEOE, la gran ganadora hasta la fecha del acuerdo. Primero, porque la Moncloa ha tenido que apearse de su compromiso de derogación de la reforma laboral como se había comprometido. Segundo, Europa ha marcado de cerca los quiebros de Sánchez para no hacer más grande la brecha de déficit de las cuentas públicas. Tercero, porque en el fondo la reforma laboral del PP queda bastante intacta y es obvio que si Pablo Casado no la apoya es por estrategia puramente electoral, dándole una importancia que no tiene al impacto que tendría en las elecciones del 13 de febrero en Castilla-León.
El hecho de que este fin de semana se hayan producido manifestaciones en contra de la reforma laboral en el País Vasco, Galicia y Barcelona organizadas por CIG, ELA, LAB y la Intersindical demuestra la soledad de PSOE y de Unidas Podemos en un proyecto que, si sale con las mayorías que ahora están configuradas, supondrá un cambio de rasante de la legislatura. Con la careta ya sacada, será difícil que se pueda mantener el apoyo de Esquerra Republicana sin contrapartidas tangibles y que la farsa de la mesa de diálogo siga siendo considerada un instrumento válido para la solución del conflicto político entre España y Catalunya.
Al contrario, quien sabe si estamos ante un ensayo de gran coalición en España entre PSOE y PP, hoy imposible, pero que después de las próximas elecciones veremos como alternativa a un más que probable gobierno de PP y Vox. Si así fuera, la reforma laboral estaría siendo un ensayo con la ministra de Unidos Podemos poniéndose una inexistente medalla, ya que aquí el acuerdo ha sido entre los socialistas y la CEOE. La manera como la gran patronal ha hecho de liebre para futuros acuerdos de los dos grandes partidos del bipartidismo y como Sánchez ha aceptado el juego, da a pensar que la Moncloa empieza a contemplar escenarios alternativos.
P.D.- ¿Alguien se va a hacer responsable de que no haya fecha y mucho menos una agenda para la segunda reunión de la mesa de diálogo, después de que en la cita anterior —15 de septiembre— los presentes acordaran una nueva reunión entre los dos gobiernos a principios de año —a enero le queda un día— que fuera más allá de unas cuantas fotos y que Pedro Sánchez se comprometiera públicamente?