Si desde que se anunció la salida de Estados Unidos y de todos los países occidentales en Afganistán la sensación ha sido de una severa derrota militar y política, en las últimas horas en Kabul y sus alrededores esta impresión se ha acrecentado y, sencillamente, el final está siendo vergonzoso y dramático entre amenazas de los talibanes y miedo a que el atentado del pasado miércoles se vuelva a producir. Aquel atentado múltiple en las inmediaciones del aeropuerto de Kabul, en que han fallecido una docena de marines norteamericanos y más de 170 afganos, es el primero a gran escala de las atrocidades que están por venir.
El plan de Joe Biden de poner pies en polvorosa antes del 31 de agosto, en una huida impropia de Estados Unidos que no se recordaba desde Vietnam, tenía teóricamente como contrapartida para la opinión pública norteamericana la ausencia de víctimas del personal militar y civil, algo que ya ha saltado por los aires. Ha habido humillación y también muertos. La explicación de que los objetivos en Afganistán cuando se llevó a cabo la invasión de finales de 2001 se habían cumplido, con el ansiado final del terrorismo islámico, es una quimera absoluta como se ha visto con el surgimiento de ISIS-K, el grupo armado que se originó en Siria e Irak hace unos tres años y que ha aparecido ahora en Kabul como aparente contrapunto a los talibanes digamos más moderados.
De ahí la airada reacción de Biden señalando que Estados Unidos pensaba "dar caza" a los responsables del último atentado de Kabul, algo que seguramente harán, pero que no devolverá al tablero del liderazgo mundial al debilitado presidente norteamericano. Mientras EE.UU. restaña sus heridas, el último avión español procedente de Afganistán ya ha aterrizado en Torrejón de Ardoz con unas 200 personas a bordo. Muchos más de los que se explican y que han sido colaboradores de los diferentes países, también de España, han quedado allí dejados de la mano de Dios por más que en estas horas se hacen continuas declaraciones de que no serán olvidados.
Todo el mundo sabe que allí se quedarán y que, lamentablemente, aquellos ciudadanos atormentados por un visado que no les llevaba a ningún sitio, que aún estos días hacían declaraciones públicas señalando que no les quedaba esperanza, tendrán razón. Se abre ahora un nuevo período oscuro en Afganistán que se asemejará más al retroceso histórico de finales del siglo pasado que a los mensajes en blanco y negro que se nos han querido transmitir.
Las piezas en el tablero mundial no están alienadas con el mundo que hemos venido conociendo. Estados Unidos lleva camino de refugiarse en sus fronteras interiores, Europa carece de un ejército con el que intentar tener un papel en el mundo y China está agazapada ganando cada vez más influencia. No creo que los norteamericanos le perdonen a Biden este papel de país comparsa.