El anuncio de Filippo Grandi, alto comisionado de Naciones Unidas para los refugiados, cifrando en 10 millones el número de ucranianos que han tenido que huir de sus casas desde el inicio de la invasión rusa, bien sea para refugiarse en un tercer país o bien, simplemente, para desplazarse a otra ciudad ucraniana por la situación bélica, supone que casi uno de cada cuatro habitantes han tenido que salir huyendo como han podido de su vivienda. Todo ello en tan solo los 24 días transcurridos desde que Vladímir Putin dio la orden de invasión, el pasado 24 de febrero, para un conflicto que se preveía más fácil para las tropas rusas y donde nadie, aparentemente, midió en su justo término la capacidad de resistencia de la población ucraniana y el liderazgo del presidente Volodímir Zelenski, que ha sabido dar sentido a la resistencia y desplazar a Europa de su posición inicialmente distante al conflicto.
Zelenski ha igualado la potencia militar rusa con una defensa numantina de sus ciudades, empezando por la capital Kiyv, y ha jugado magníficamente las redes sociales. Sus intervenciones por videoconferencias en cámaras legislativas de todo el mundo se han acabado convirtiendo en un ejercicio de propaganda excepcional, levantando conciencias de solidaridad con su pueblo en el mundo entero. Al final, la solidaridad de todos los países a la hora de acoger a ucranianos desplazados del conflicto armado no es otra cosa que una crítica a la acción sátrapa de Putin. Igual que la modificación del status histórico de países como Alemania y Suiza, que han dejado atrás su posición, en el caso germánico desde el final de la Segunda Guerra Mundial y en el caso del país helvético, incluso desde antes.
No va a ser fácil gestionar ese alud de personas desplazadas, cuando, además, muchas de ellas van a tardar tiempo en poder regresar a sus casas, y cuando eso suceda veremos como queda el país que abandonaron. Porque una cosa es resistir la invasión y otra cosa es salvar propiedades, bienes y enseres que están siendo literalmente aplastados por el ejército ruso. Catalunya, como tierra de acogida en los momentos que ha sido necesario, debe saber estar a la altura de una situación histórica. Para que nos hagamos una idea. Los cantones suizos han empezado a trabajar con escenarios que implicarían la llegada de más de 100.000 refugiados procedentes de Ucrania.
En España, las cifras son por ahora un gran enigma, ya que hasta hace tan solo unos días ni se habían empezado a preparar los centros de acogida de la Cruz Roja que han de permitir sistematizar a las personas que han llegado. El ministro Escrivá avanzaba antes del fin de semana que habían documentado unos 4.500 ucranianos con estatus de refugiados. Pero son cifras mucho más bajas que las reales, ya que en Catalunya se cifra en unos 10.000 los que ya han llegado por diferentes medios de transporte. Dar una respuesta u otra nos juzgará como país y como sociedad, por más que a nuestros políticos les entretenga más la pequeña batalla que libran sus partidos y que tan decepcionante es para la gran mayoría de sus votantes.