¿Queda alguien en Ciudadanos? Ni en agosto el partido naranja consigue desaparecer de las portadas de los diarios y este lunes hemos conocido que quien fue vicepresidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio Aguado, abandonaba la militancia. Según ha dicho, lo hace por la ausencia total de estrategia, que es una manera de decir que Inés Arrimadas lleva la formación a su final y que después de las municipales del año próximo, el partido que aspiraba con Albert Ribera a comerse el mundo no existirá o será tan pequeño que su papel será insignificante.
Fue Ciudadanos un partido que nació con unos pocos y claros objetivos: desestabilizar Catalunya, provocar una guerra lingüística en la comunidad educativa y servir de ariete de la represión del independentismo. Las tres cosas fueron rápidamente del agrado del Madrid político y económico pero, sobre todo, del mediático y judicial. Sin estas dos últimas patas, todo hubiera sido mucho más difícil, pero el caldo de cultivo después de la mayoría absoluta de José María Aznar estaba a punto: era el momento de atacar la convivencia lingüística y alimentar la división entre catalanes.
Ciudadanos no había venido a construir nada y por eso no ha sonado extraño durante estos años que haya sido definido como el partido del odio. Así, ha hecho más política en los tribunales —desde cualquier juzgado a la Audiencia, el Supremo o el Constitucional—, o en los medios de comunicación —nunca le ha faltado una radio, un periódico o una televisión como altavoz para propagar su anticatalanismo— que en los parlamentos, incluido el Parlament de Catalunya, donde ni cuando tuvo más diputados que ninguna otra formación política le sirvieron para nada.
Dice Arrimadas que ofertas no le han faltado y que lo fácil es cambiar de chaqueta. Supongo, porque la ausencia de principios ideológicos le permiten un fácil aterrizaje tanto en el Partido Popular como en Vox. Su hoja de servicios ya la tiene completa y no falta mucho para que eche el cierre y baje la persiana. Eso sí, los pocos que aún quedan en el partido no la fuerzan a dimitir, que ganas parece que tienen muchas.