El avasallador apretón de manos de Donald Trump a Emmanuel Macron quedará como la imagen gráfica de la reapertura de la catedral de Notre-Dame en París, junto a la presencia de prácticamente una cuarentena de líderes mundiales. Cinco años después de que fuera devastada en un feroz incendio en abril de 2019, en el que se perdieron las vigas del tejado medieval, tres secciones de la bóveda de piedra y se desplomó la aguja desde sus 93 metros de altura, que ha sido reconstruida de manera idéntica, Notre-Dame resplandece de nuevo. Todas las cifras de la nueva catedral de París son exageradas: se recaudaron 846 millones de euros, de los que se han invertido alrededor de 700 millones y se guardarán el resto para futuras obras; y han trabajado 2.000 albañiles, carpinteros, restauradores de arte, arquitectos e ingenieros.
En una Francia que hace aguas por todos sitios y con un Macron contra las cuerdas, dada la fragilidad política que ha provocado la caída del gobierno, el presidente de la República ha salvado con Notre-Dame una parte de su legado. Curiosamente, 2024 ha sido el año de sus grandes logros internacionales —los juegos olímpicos de París del pasado verano y ahora la reapertura de Notre-Dame— y, por el contrario, el del fracaso de sus políticas. Hay quien ha querido ver en la reapertura de la catedral el punto de inflexión de todos los males que aquejan al inquilino del Elíseo, pero, seguramente, será solo una feliz coincidencia y una muesca para tener un lugar destacado en la historia de templo.
Entre tantas personalidades presentes, llama poderosamente la atención la ausencia de representación española, desde los reyes a Pedro Sánchez
Entre tantas personalidades presentes, como el canciller alemán, Helmut Scholz; el presidente italiano, Sergio Mattarella; los reyes belgas, Felipe y Matilde; la primera dama norteamericana saliente, Jill Biden; el príncipe Guillermo de Inglaterra o el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, entre otros, llama poderosamente la atención la ausencia de representación española, desde los reyes a Pedro Sánchez. Parece que el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, rechazó la invitación a algo que no deja de ser también un acto cultural europeo. Aunque Francia es laica y España aconfesional, a veces la miopía ideológica juega malas pasadas.
El hecho de que los reyes presidan el lunes en la catedral de València un funeral por las víctimas de la DANA, tampoco es excusa para su ausencia en París 48 horas antes. El siempre preciso Antoni Gelonch, colaborador de este diario, se preguntaba este sábado en sus redes sociales si todo ello mostraba la irrelevancia de la política exterior española o era un desliz diplomático. Para añadir que la reapertura de Notre-Dame va más allá del hecho religioso, porque era una muestra de resiliencia cultural. Para añadir que había jefes de Estado y de Gobierno de varias sensibilidades religiosas "pero los vecinos español y catalán out". Nada más que añadir.