Con su populismo fácil y barato y su madrileñismo castizo, que tan buen resultado electoral le ha dado en repetidas contiendas en la comunidad, se presentó este lunes en Barcelona Isabel Díaz Ayuso, una personalidad política lo menos parecido a lo que supone el revolucionario evento del Mobile World Congress (MWC), que también se ha inaugurado en la capital catalana. La persona que hizo todo lo posible para llevarse a la capital española el MWC en 2020, con algunas artes que ni ella misma se atrevería, seguramente, a explicar, y presentada por Albert Boadella, antes dramaturgo, cómico en la actualidad, ha tirado de tópicos en su conferencia del Círculo Ecuestre en una intervención en la que ha llegado a alentar a los presentes con una soflama propia de la burbuja madrileña que representa: "No estáis solos".

Ayuso es tan ignorante como soberbia. Con este punto de superioridad de aquel que gana elecciones, aunque nada sabe, ni nada sabrá. No pudo llevarse el Mobile World Congress a Madrid porque no tenía nada que hacer y John Hoffman, el consejero delegado de GSMA y la persona que ostenta los derechos del congreso, sorteó con habilidad presiones de todo tipo. No fue fácil para Hoffman driblar un Madrid que tenía respaldos de cinco estrellas y cantos de sirena de muy cualificados despachos oficiales. Ayuso fracasó de manera significativa y su conferencia en el Ecuestre explica a la perfección por qué el congreso mundial de telefonía móvil tiene en Barcelona la mejor plaza posible para su celebración y su éxito, que es, al fin y al cabo, lo que persiguen los organizadores.

Escoger el Círculo Ecuestre para explicarse en Barcelona ya es el primer signo de desconocimiento. Dos son sus señas de identidad: le sale la caspa por las orejas y es el único foro en el que el PP se encuentra en su salsa. Algo que ya tendría que haberle hecho reflexionar, ya que si el PP, que es la última fuerza del Ayuntamiento de Barcelona y la última del Parlament de Catalunya, se encuentra como en su casa, muy representativo de la centralidad catalana no debe ser. Pero Ayuso sí parecía encontrarse en su ambiente ante un público tan entregado, dispuesto al aplauso fácil. Allí solía triunfar hace no tanto tiempo también Manuel Valls, el fugaz ex primer ministro francés que levantaba pasiones con tan solo cruzar la entrada de la calle Balmes. Socios ilustres del Ecuestre son varios de los que le animaron a presentarse a la alcaldía de Barcelona pensando, seguramente, que nada con más glamour que tener un parisino al frente del consistorio barcelonés. Valls cayó en el intento, se peleó con más de uno de los que le reían las gracias y regresó a París.

José María Aznar acostumbra a ser otro de los que escoge el Ecuestre y sale por la puerta grande, como aquellos toreros de antaño abandonando la Maestranza. Ayuso estaba, por tanto, en su salsa con el de Tabarnia que le dio la palabra tras gritar "Viva España", una expresión muy repetida y de las menos estridentes que se han escuchado entre aquellas cuatro paredes desde su fundación, en 1856, en la calle Sant Pau. Hoy cuenta con alrededor de 1.565 socios, según se explica en su página web, que pagan a razón de 9.000 euros los socios corporativos y 28.000 euros los individuales. En medio de este ambiente tan ultramontano, incluso algún moderado como el presidente de Foment, Josep Sánchez Llibre, miraba el reloj para salir de la sala lo más rápidamente posible.