"Ha sido el mayor honor de mi vida servir como presidente de los Estados Unidos. Y aunque ha sido mi intención buscar la reelección, creo que es en el mejor interés de mi partido y del país que me retire y me concentre únicamente en cumplir mis funciones como presidente durante el resto de mi mandato". Con esta frase, Joe Biden tiraba definitivamente la toalla de su reelección a la Casa Blanca y aceptaba las voces que se han alzado en los últimos tiempos para que renunciara a la nominación en la convención demócrata del próximo mes de agosto, pese a disponer de delegados suficientes para lograrla. Unos minutos más tarde, otro mensaje de Biden en las redes sociales completaba su renuncia con su apoyo a Kamala Harris, su vicepresidenta desde 2020, para que sea la nominada.

La renuncia de Biden es sin duda un alivio para los demócratas, que estaban en una pendiente electoral imparable desde el debate televisivo que mantuvo el presidente con Donald Trump a finales del pasado mes de junio. El atentado que sufrió Trump en Pensilvania, del que salió milagrosamente ileso, y sobre todo su impactante puesta en escena —abandonando el lugar del atentado ensangrentado y con el puño en alto, en señal de resistencia— no hizo sino contribuir a que el aspirante mejorara sus expectativas. Finalmente, las comparecencias públicas del presidente y su reciente covid, la tercera, le situaron en una fragilidad impropia de una persona con tanta responsabilidad.

La aparición de Barack Obama a mediados de la pasada semana pidiéndole que se apartara, fue la primera señal inequívoca de que los demócratas habían decidido sacar toda su artillería para convencer a Biden, que aun el viernes se resistía. Al final, este domingo a las 19.46 hora catalana, seis horas menos en Washington, daba su brazo a torcer. El apoyo de Biden a Harris le sitúa en la rampa de la nominación, pero no se la asegura. Habrá que esperar unas horas o quizás días para ver si también hay un movimiento brusco de la élite del Partido Demócrata para impulsar un nombre diferente al de Harris, como podría ser el de Michelle Obama —siempre en las quinielas como una candidata con aspiraciones— en las elecciones del próximo mes de noviembre.

La renuncia de Biden es sin duda un alivio para los demócratas, que estaban en una pendiente electoral imparable

Es evidente que los demócratas hacen tarde y que la resistencia de Biden a retirarse ha provocado un colapso importante en las filas demócratas, que ha afectado a la contribución de los donantes, primer síntoma en Estados Unidos de la salud de un candidato. La compleja maquinaria norteamericana hace que realmente un relevo sea una aventura incierta si pretende ir más allá de taponar la hemorragia que se estaba produciendo. En este sentido, los demócratas tienen dos retos a solventar: el primero, intentar dar la vuelta a las encuestas a la presidencia, algo, hoy por hoy, casi imposible.

El segundo, mucho más factible. No perder hasta la camiseta en las elecciones que también se disputan el mismo día que la del futuro presidente, en la Cámara de Representantes y en la Cámara Alta, donde se renueva un tercio de sus miembros. En esta segunda es donde estarán puestas todas las miradas, ya que de los 33 miembros que se escogen, 23 son actualmente demócratas y hay una situación de empate. Cualquier mínimo retroceso dejaría un escenario horroroso para ellos, ya que los republicanos podrían llegar a alcanzar la Casa Blanca y el control de las dos cámaras legislativas. Por eso hay tanto en juego, y por eso la presión a Biden ha sido tan intensa.