Desde que el pasado día 9 se produjera el terremoto en Marruecos, que ya ha dejado más de 3.000 víctimas mortales y que, seguramente, con el balance definitivo que se acabe contabilizando esta cifra fácilmente se doblará, el desastre humanitario producido en la zona del Alto Atlas ha ido cediendo espacio informativo a las vergüenzas de un país que tiene en su rey, Mohamed VI, una de las razones de su enorme pobreza. El rey francés, como se le conoce en los círculos más elitistas del país, por las largas temporadas que pasa en París.
Una única vez se le ha visto estos días, y fue cuatro días después del terremoto, aparentemente donando sangre. También se ha dicho que pasó unas horas en la zona del terremoto, coincidiendo con la foto oficial distribuida donando sangre, ya que no se han visto de su viaje al Alto Atlas. Un tirano inmovilista que ha restringido libertades, ha amasado una gran fortuna, pero a quien las potencias occidentales protegen ampliamente por el lugar estratégico en que está Marruecos y también por su papel en el apoyo a la paz y a la estabilidad en Oriente Medio. Eso le ha dado una pátina de protección global en la que su fortuna no hacía más que crecer, mientras sus súbditos cada vez eran más pobres.
El diario francés Libération publicaba esta semana una viñeta en la que bajo el título "Hubo un terremoto en Marruecos" se le ve a él sin preocupación ninguna, sentando en un trono que no está en su país y responde: "Personalmente, yo no he notado nada." La revista satírica francesa Charlie Hebdo, con mayor crueldad, ha dibujado al rey encima de una gran montaña de dinero que aplasta a su pueblo. La revista Forbes ha publicado que la fortuna de Mohamed VI supera los 5,7 billones de dólares y ello le convierte en una de las personas más ricas del mundo. Su anuncio de haber donado 100 millones de euros, según medios locales, es casi un insulto, ya que su disparatada fortuna no lo habrá ni notado.
Toda esta situación, que poco o mucho se ha ido abriendo paso estos días a través de las redes sociales o algunos medios de comunicación, ha hecho que las vergüenzas del régimen alauita vayan saliendo a flote y hayan arrancado irritación entre los ciudadanos. Algunas tibias manifestaciones de protesta se han producido, incluso, con fotos del rey por el suelo, aunque, ciertamente, han sido de dimensiones muy reducidas. El régimen policial de facto implantado le garantiza un control de cualquier movimiento que se pueda producir, aunque una situación como la actual abre, sin ninguna duda, una grieta importante en la confianza de la población en su rey.
Tanto es así, que la estancia de Mohamed VI en su enorme palacio de París de 80 millones de euros en las proximidades de la Torre Eiffel, que en los últimos años a menudo ha sido su residencia habitual, será cada vez más contestada, y veremos qué acaba sucediendo con el rey fantasma, que es más fácil de ver en situaciones incómodas en la capital francesa, que ejerciendo de jefe de estado en Rabat.