Superada la primera noche crítica de un despliegue sin precedentes de misiles balísticos de Irán caídos sobre todo el territorio israelí, el conflicto bélico parece haber entrado en una calma tensa a la espera de la respuesta que quiera dar Benjamín Netanyahu. Irán ha concretado su amenaza tras la muerte de su aliado, Hasan Nasrallah, en un ataque llevado a cabo en Beirut la semana pasada, y que, como se está viendo desde entonces, tiene una trascendencia capital dado su papel de liderazgo indiscutible y de ser uno de los fundadores de la milicia chií Hezbollah. Parecen tener razón los que pensaban que el régimen de los ayatolás no estaba en condiciones de dar una respuesta de una proporción similar a lo que ha sido el desafío israelí de proceder a la liquidación en el Líbano de un enemigo tan significativo para Israel como Nasrallah. Unido, todo ello, al descabezamiento de la cúpula de Hezbollah en un sofisticado ataque en el sur de Líbano y en suburbios de Beirut, matando a decenas de personas y dejar varios miles de heridos cuando miles de beepers utilizados por miembros de Hezbolá explotaron en distintas partes del país.

El resultado de la respuesta de Irán permite pensar que Israel está en condiciones de mantener vivos los tres conflictos militares que tiene en marcha: el de la invasión de Gaza, que ya hace muchos meses que dura, y que ha levantado una ola de indignación internacional con claros pronunciamientos de la ONU y de la Unión Europea para que Netanyahu ponga fin al despliegue militar en la Franja con que respondió al ataque de Hamás del 7 de octubre —el lunes se cumplirá un año—; la invasión terrestre del Líbano, que aunque es, según se ha dicho, circunscrita a las ciudades de la frontera sur para desactivar arsenal que pueda tener Hezbollah, obliga a un despliegue de tropas no menor; y, en tercer lugar, el último en abrirse, la entrada de Irán en la guerra y del que es más difícil hacer pronósticos en el medio plazo.

El resultado de la respuesta de Irán permite pensar que Israel está en condiciones de mantener vivos los tres conflictos militares que tiene en marcha

Es cierto que tres frentes de guerra son todo un desafío logístico, incluso para Israel, pero, en cambio, tiene la enorme ventaja que saca el foco de la invasión de Gaza hasta desplazarlo al Líbano e Irán, con lo que consigue atemperar, en parte, las protestas internacionales. Incluso conseguir que Estados Unidos le ayude a defenderse del ataque iraní y para la administración Biden sea más fácil realinearse en este conflicto cuando el enemigo es Hezbollah o el régimen de los ayatolás. Dicho eso, haría bien Israel en no añadir a la delicada situación existente vetos como el que ha llevado a cabo contra el secretario general de la ONU, António Guterres, al que ha declarado persona non grata y ha prohibido su entrada en el país por no condenar el ataque de Irán sobre Israel en la noche del pasado martes. Se trata, dice Israel, de un secretario general "que da apoyo a terroristas, violadores y asesinos", categorías en las cuales Israel engloba Hamás, Hizbulá, a los hutís yemeníes e Irán.

Más allá de que Israel ha amenazado con responder el ataque de Irán, hay el precedente de una operación lanzada desde Teherán hace cinco meses que encontró respuesta de Tel Aviv a los pocos días. En aquella ocasión, optó por un ataque con misiles en la provincia de Esfahan, donde está ubicada Natanz, una de las instalaciones nucleares del país, que no sufrió daños. En esta ocasión, se barajan tres posibles objetivos de Israel: infraestructura militar, la economía o instalaciones nucleares. Las apuestas están a favor de que el objetivo sea, en esta ocasión, desestabilizar la economía. Si así fuera, podría optar por golpear plantas petroquímicas o centrales eléctricas, hecho que sería subir un escalón respecto a respuestas precedentes.

Nada apunta, sin embargo, que la actual calma tensa dé paso a dar un paso atrás en el abismo en que se encuentra en estos momentos Oriente Medio. Tampoco a que la diplomacia tenga muchas cosas a hacer en esta fase de escalada del conflicto.