Pues sí: la noche del 23 de julio tampoco ha sido la que ha acabado con la carrera política de Pedro Sánchez. En todo caso, y paradojas de la vida, está en condiciones de acabar con la de sus adversarios políticos. Demostrando una capacidad de resiliencia fuera de lo común, aunque ha perdido las elecciones, bien se puede decir que ha tenido una dulce derrota. Los 170 diputados de PP (136), Vox (33) y el parlamentario de UPN no alcanzan la mayoría absoluta de 176, algo que solo sería posible, en unas circunstancias que no se van a producir, como por ejemplo sumar los 6 que tienen Coalición Canaria (1) y PNV (5) o, aún más imposible, con el apoyo independentista. Tampoco se dan las circunstancias para que Sánchez pueda ser investido, ya que tiene que sumar a los 14 diputados independentistas, algo que, al menos, en el caso de Junts parece imposible.
Vamos, por tanto, a un bloqueo electoral que, seguramente, desembocará en unas nuevas elecciones a finales de año. En este contexto, es probable que veamos al PSOE incluso forzando este escenario, ya que ante una nueva cita con las urnas, hará bandera de que prefiere ir de nuevo a unas elecciones que de depender de los independentistas. Es muy posible que Sánchez solo tenga a ganar con una repetición electoral y, en cambio, Feijóo solo perder. El presidente del Gobierno necesitaba tan solo salir vivo este domingo y traspasarle toda la presión al líder del PP y las dos cosas las ha conseguido. Pedro Sánchez, que es un superviviente y un temerario, no se equivocó adelantando las elecciones y puede mirar el futuro con una cierta tranquilidad. Veremos desde ahora mismo cómo la prensa de Madrid pasa a cuchillo a Feijóo con Isabel Díaz Ayuso frotándose las manos.
Viendo el mapa de España, se puede comprobar la importancia de los resultados en Catalunya: los 19 diputados alcanzados por el PSC, ganando en las cuatro circunscripciones catalanas, son 13 parlamentarios más de los que ha obtenido el PP. Con este cojín de escaños, los socialistas han demostrado que en estos momentos en Catalunya no le tose ningún partido. El hecho de que ERC y Junts hayan logrado entre los dos tan solo 14 parlamentarios es un ejemplo. En votos, sucede algo parecido con los socialistas, por encima de los 1,2 millones; Esquerra por debajo de los 470.000 y Junts de los 400.000. Respecto a las pasadas municipales, Junts habrá perdido más de 150.000 votos y obtenido su peor resultado en unas elecciones españolas. Se da la circunstancia, no por prevista menos importante, que el retroceso más importante se ha producido en los feudos donde logró victorias importantes en las pasadas municipales —Barcelona, Igualada, Sant Cugat, por citar tres ejemplos—.
En cualquier caso, el hecho de que con el 99,17% escrutado, Esquerra y Junts sean el cuarto y el quinto partido de Catalunya en número de votos, por detrás del PSC, Sumar e incluso del PP, refleja la dimensión de lo sucedido. Los dos partidos tienen por delante muchos deberes a realizar, igual que la CUP, que ha quedado fuera del Congreso. En la batalla por la hegemonía independentista les empiezan a quedar solo los restos del pastel, ya que la mayor parte del mismo se lo acaban comiendo los socialistas. Y esa circunstancia la tendrán que analizar con mayor profundidad que en esta noche electoral en que se han dedicado ambos a tirar pelotas fuera. Unos y otros tienen deberes de calado porque el disponer de mayorías de bloqueo es importante si eres un jugador de primera, pero puede acabar siendo un problema si no sabes qué vas a hacer en la partida.
Resumiendo, solo Pedro Sánchez y Salvador Illa tienen motivos para irse a dormir más o menos tranquilos. También Bildu, que ha pasado en escaños al PNV, 6 a 5. El resto de formaciones tienen un verano difícil, ya que si no son capaces de corregir la situación, si se repiten las elecciones, volverán a encontrarse igual o peor que ahora. Los electores independentistas no pueden darles a ERC y a Junts señales más claras de lo que quieren si pretenden volver a contar con su voto.