Con tan solo 68 años de edad ha fallecido este domingo la lingüista, profesora del Departamento de Filologia Catalana de la Universidad de Barcelona y luchadora incansable a favor del catalán Carme Junyent. Persona de una fuerte vitalidad que decía siempre lo que pensaba, allí donde podía se hacía fuerte en defensa de la lengua catalana gustaran más o menos sus posiciones. Tenía eso que hay en día cuesta tanto de encontrar como es la coherencia intelectual superando cualquier tipo de prejuicio. El discurso políticamente correcto quedaba muy lejos de su posicionamiento público y aunque ocupó diferentes cargos relacionados con el uso del catalán o las lenguas amenazadas, su voz fue siempre la de una pensadora libre y una figura de indiscutible consenso.
En alguna ocasión coincidí con ella durante estos últimos años y siempre me impresionó su sabiduría, sus fuertes convicciones y su facilidad para empatizar con todo aquello que ella defendía y que la convertían siempre en una luchadora incansable. Su pasión por el catalán y por la cultura catalana estaba siempre presente en cualquiera de sus conversaciones y se podía contar con ella para cualquier iniciativa relacionada con la lengua. Su receta para mejorar la salud del catalán era aparentemente fácil, que se use siempre y que se transmita son las dos garantías para la pervivencia de la lengua.
Así, se mostró contraria al uso del lenguaje inclusivo, que consideraba de uso impuesto e impostado, y plasmó su posicionamiento contra el uso de términos como todes en su última obra Somos mujeres, somos lingüistas, somos muchas y decimos basta, donde afirmaba que el gran problema de la lengua inclusiva es que, en realidad, discrimina. Chocó así con la consellera de Igualtat, Tània Verge, y Junyent sostenía que el lenguaje inclusivo implicaba solo una modificación de la lengua y que lo que había que cambiar era la sociedad. Y repetía que no conocía ningún caso en que cambiando la lengua se haya cambiado la realidad.
El amplio eco de la muerte de Carme Junyent en este inicio de septiembre da una idea de la dimensión de su figura y del impacto que ha causado en la clase política, pese a que muchas veces era incómoda para el poder, en el mundo cultural, en el lingüístico, en el asociativo y en el académico. Vivió, se expresó hasta el último día y ha muerto como una persona libre, defendiendo todo en lo que ha creído y, sobre todo, el catalán.