Se han dado a conocer, como sucede al final de cada curso escolar, los resultados de la evaluación de las competencias básicas en diferentes áreas de conocimiento. Y como no hay año sin sorpresa negativa, vemos como el catalán obtiene en la ESO la peor puntuación desde 2013. O sea, los peores resultados en una década, haciéndose así realidad algo que está a la vista de cualquier observador mínimamente imparcial: el catalán no está bien, en general, y en las escuelas se nota mucho más. Dice la consellera de Educació, Anna Simó, que la caída continuada del catalán es fruto de una realidad sociolingüística que supera los centros educativos. Y eso es algo que no se puede negar, con carácter general. Pero no es la única explicación, ya que los profesores de lengua catalana hace tiempo que lo vienen denunciando, con un retorno por parte de la administración, según ellos, muy mejorable.
Es interesante ver la evolución de la última década. Además de las peores puntuaciones medias globales en catalán en la ESO, los resultados dejan la tercera peor en lengua castellana, la cuarta peor en lengua inglesa, la tercera peor en catalán y la mejor en ciencia, tecnología e ingeniería, con 72,6. Si miramos la evolución de competencias básicas en la educación primaria, deja el siguiente balance: el cuarto mejor en catalán, el quinto en lengua castellana, el peor en lengua inglesa, el tercero peor en matemáticas y el segundo en medio natural. El hecho de que estos resultados se den a conocer en verano y con una situación política incierta, derivada en parte de un gobierno en funciones y la incertidumbre de que haya gobierno antes del próximo 26 de agosto o se vaya a una repetición electoral, pero también de la aplicación selectiva de la ley de amnistía, va a aparcar, a diferencia de otras ocasiones, un debate político sobre los porqués de una situación que de manera global no es peor respecto al año pasado y sí, en cambio, deja al catalán y su conocimiento en una posición preocupante.
Va a ser una de las asignaturas del próximo gobierno, ya que el catalán padece tanto académicamente como socialmente. No es que uno explique el otro, sino que uno y otro tienden a retroalimentarse. Aquí, el papel de los medios públicos catalanes también acaba teniendo un rol a jugar, ya que al final, si no es así, la impronta del castellano, capaz de penetrar de mil maneras diferentes, acaba desplazando siempre al catalán y dejándolo en una posición claramente subsidiaria. Es poco discutible que ha habido una castellanización en la educación, reforzada también por una acción judicial que ha tratado de acabar con el modelo de inmersión lingüística y que ha dado alas a los que han querido revertir una situación y han provocado un auténtico choque de intereses, inventándose un inexistente conflicto en las aulas.
El hecho de que estos resultados se den a conocer en verano y con una situación política incierta, va a aparcar un debate político sobre los porqués de una situación que deja al catalán en una posición preocupante
Pero volvamos a la consellera Simó cuando dice que hay una realidad sociolingüística que supera los centros educativos. Hemos pasado, ciertamente, de una Catalunya de seis millones a otra de ocho, camino de los nueve y con los diez millones en el horizonte. Este aumento importante en poco tiempo cambia la realidad en las aulas. Pero hay otra pregunta a hacer que siempre se esquiva, al quedarse con la más fácil respuesta de una realidad diferente. ¿Tenemos un modelo educativo capaz de integrar, exigir y formar en un único pack? Y la respuesta yo creo que no es satisfactoria y eso es, en buena medida, porque los niveles de exigencia se han ido aplanando tanto que han quedado casi en cero. Y así, es imposible recuperar el tiempo perdido.
Las últimas entregas del informe PISA han dejado a Catalunya en la cola del Estado en varias competencias. De hecho, con relación a matemáticas, lectura y ciencias, los alumnos catalanes estaban en las últimas posiciones entre las comunidades autónomas del Estado, por debajo solo quedaban los de Ceuta, Melilla y Andalucía. El tercer volumen de los resultados de PISA 2022 apuntaba que los estudiantes catalanes se sitúan por debajo de la media española, y también de la de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) en pensamiento creativo. Abordar un cambio del modelo educativo, mucho más basado en la exigencia y el conocimiento, tendría que ser un objetivo inaplazable del próximo gobierno.