Acaba de hacer público el Centre d'Estudis d'Opinió (CEO) la tercera ola del barómetro de opinión política en Catalunya y que tiene como principal aliciente el impacto de la salida de Junts per Catalunya del Govern después de la decisión de su militancia acordada el 7 de octubre y ejecutada el lunes día 10. Como era previsible, por más que haya por parte de algunos una enorme resistencia a ver de frente la realidad, ninguna buena noticia encontrará en la encuesta de opinión del CEO el partido que lideran Laura Borràs y Jordi Turull y, por el contrario, se hace evidente un marcado retroceso electoral si ahora hubiera unas elecciones catalanas. De hecho, de la ruptura del gobierno independentista, el PSC, y su líder Salvador Illa, es el gran beneficiado, que rompe el empate técnico con Esquerra Republicana y cobra distancia en la cabeza del pelotón.
Por primera vez en una encuesta, la posibilidad de que el independentismo quede fuera del Govern no es una hipótesis, sino que los números podrían no salirles en el Parlament a Esquerra, Junts y CUP, aunque se pusieran de acuerdo. Es cierto que solo ha transcurrido año y medio de legislatura, pero dada la fragilidad del ejecutivo catalán —solo tiene el respaldo de los 33 diputados de Esquerra— cabe contemplar como muy probable que en el año 2023, más bien en el segundo semestre, haya elecciones en Catalunya. Hay indicadores realmente sorprendentes, como la valoración que dan los electores de Esquerra al Govern catalán, que no pasa del 4,6. Una cifra especialmente baja habida cuenta que copan el 100% de las conselleries. Este suspenso al Govern se produce entre todas las formaciones catalanas, dándose la paradoja de que los catalanes suspenden a su gobierno con un 3,48, que es prácticamente la misma nota que le dan al ejecutivo de Pedro Sánchez (3,47).
A la vista de la encuesta, la gran pregunta es ¿cómo pueden haber llegado Esquerra y Junts a la ruptura del Govern, estar los dos satisfechos con la decisión adoptada y el resultado es que los dos están peor? Porque si se oye a hablar a unos y a otros, los que se han quedado están más que satisfechos de haberse sacado de encima a una formación política como Junts, mientras alegan que no se podía visualizar la unidad de acción del Govern por las desavenencias y, en la otra esquina, Junts se encuentra como un niño con zapatos nuevos aprendiendo a hacer oposición e intentando reventar las iniciativas parlamentarias que Esquerra quiere llevar a cabo. Los dos sin darse cuenta de que el PSC, casi sin hacer nada, se ha colocado en la centralidad de todos los debates y, a la vista está, en el de los presupuestos. Esquerra, que empezó muy gallito de que a los socialistas ni agua y que antes que acordar las cuentas públicas con ellos era mejor ir a una prórroga, está virando a una velocidad alta, ya que debe haber analizado que mejor unos presupuestos con el PSC que visualizar que no puede sacarlos adelante y provoque unas elecciones que no desea antes de las municipales. Si toca escoger entre lo malo y lo muy malo, siempre es mejor lo primero.
Illa parece viajar en un vehículo con un motor de más, ya que nada parece perjudicarle, en parte porque el índice temático de preocupación de los catalanes tiene poco o nada que ver con la agenda independentista, y son el funcionamiento de la economía (18,3%) y la insatisfacción con la política (17,5%) mientras que la falta de autonomía o de independencia solo el 3,8% considera que es el problema más importante para los catalanes. Claro que el 42% de los catalanes, un porcentaje muy alto, sigue estando a favor de que Catalunya sea un país independiente —frente a un 50% en contra— pero la agenda de problemas diarios, la represión del estado español, la crisis económica, el precio de la energía, el pesimismo sobre el futuro y la guerra de Ucrania van ganando peso ante la incapacidad de un independentismo encorsetado y sin un proyecto realista para avanzar.