Llega este martes al pleno del Congreso de los Diputados el dictamen de la comisión de Justicia sobre la ley de amnistía. Y lo hace en medio de un infernal ruido de togas que intenta, a través de diferentes juzgados, descabezar el objetivo buscado por el legislativo: dejar sin efecto los casos judiciales abiertos contra el independentismo catalán, a raíz del procés iniciado a finales de 2011. Como viene siendo norma de la legislatura española, que es incapaz de arrancar con una mínima normalidad, PSOE y Junts protagonizan un pulso nada menor. Los socialistas no quieren enmendar más el texto y retirar las referencias que hay a las acusaciones de terrorismo, y el partido de Carles Puigdemont amenaza con devolver el texto a la comisión de Justicia al no darse por satisfecho con el redactado actual.
Después de un lunes con múltiples conversaciones cruzadas, en las que por parte de Junts han participado, fundamentalmente, Carles Puigdemont, Jordi Turull, Míriam Nogueras y Gonzalo Boye y, por parte del PSOE, el ministro de Justicia, Félix Bolaños, el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero y el secretario de organización, Santos Cerdán, ninguno era capaz de dar con la piedra filosofal que satisficiera a las dos partes. Había, durante toda la jornada, un cierto convencimiento de que lo más probable era que esta vez sí que descarrilaría el acuerdo que tienen PSOE y Junts, ya que en el partido independentista hay demasiadas voces que opinan que no pueden volver a ser ellos los que cedan en el último minuto, como pasó, también en el Congreso, con los decretos-ley aprobados hace muy pocas semanas.
Es evidente que el cerco judicial de la amnistía ha hecho estragos. Ha puesto delante de todo aquel que lo quiera ver la politización de la justicia, la persecución de una manera descarnada. En las últimas semanas, de la mano del juez de la Audiencia Nacional Manuel García-Castellón, que este lunes ha prorrogado las investigaciones del caso Tsunami Democràtic seis meses más. Todo ello, después de tener la investigación dormida en su juzgado mientras supuestamente analizaba unos hechos acaecidos en 2019. Tuvo que ser en pleno debate de la ley de amnistía cuando la reactivara el pasado mes de noviembre e introdujera el delito de terrorismo para Carles Puigdemont y la secretaria general de ERC, Marta Rovira. Las 25 hojas del auto de prórroga de este lunes pretenden demostrar que existen indicios fundados y serios de la comisión de hechos delictivos susceptibles de calificarse como acciones de terrorismo. El relato novelado que realiza el magistrado dista mucho de guardar una cierta similitud con los hechos que se produjeron y, sobre todo, de las acusaciones que allí se formulan, pero ya estamos demasiado acostumbrados a que la realidad vaya por sitios muy diferentes a lo que se deja escrito en un auto judicial.
Es evidente que el cerco judicial de la amnistía ha hecho estragos; ha puesto delante de todo aquel que lo quiera ver la politización de la justicia, la persecución de una manera descarnada
Por si fuera poco, este lunes se ha sumado a la fiesta el titular del juzgado de instrucción 1 de Barcelona, el magistrado Joaquín Aguirre, quien ha prorrogado una de las piezas del caso Volhov que vincula al president Puigdemont con una trama rusa para lograr la independencia de Catalunya en 2017. La trama rusa que, según publicaba este lunes el diario El Mundo, habría filtrado, y cito textualmente, sus intenciones de invadir Ucrania al entorno de Puigdemont. Caramba con el que suelen apodar despectivamente fugado y golpista y al que presentan despiadadamente como un paria en Europa. Según Aguirre, conoció la invasión de Rusia antes que nadie. Es evidente que nada de eso es cierto y que, además, carece de verosimilitud para los que siguieron con atención aquellas jornadas de octubre de 2017.
Pero, ciertamente, unos rusos siempre aportan una imagen de espías muy necesaria a la hora de incorporar a cualquier relato ficticio. Solo hace falta recordar aquella famosa película de 1966 titulada ¡Que vienen los rusos!, que versaba del capitán de un submarino soviético que quería visitar los Estados Unidos. Así, hace emerger su nave cerca de una pequeña y apacible isla en la costa de Maine y, aunque no pasa nada, está a punto de desencadenar un conflicto armado en plena guerra fría. En fin, a este paso, quién sabe si el futuro de más de un juez español estará en escribir guiones cinematográficos.