Las revelaciones de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil sobre el papel de José Luis Ábalos, ex muchas cosas, pero sobre todo el más estrecho colaborador de Pedro Sánchez cuando llevó a cabo su asalto a la secretaria general del PSOE por segunda vez, es un cambio de rasante evidente a la hora de abordar los múltiples frentes judiciales que directa o indirectamente empiezan a situarse en los alrededores del palacio de la Moncloa. Ha sido tan profunda la detonación de las acusaciones que, por primera vez, el PSOE ha entrado en un estado de preocupación desconocido en los últimos años, ya que asiste con estupor a toda una secuencia de noticias a cuál peor relacionada con la corrupción.

Ábalos ya ha pedido declarar como testigo ante el juez Ismael Moreno. El matiz del exministro es importante, ya que puede acelerar los trámites que iban a iniciarse para pedir su suplicatorio en el Congreso, aunque veremos si su petición es atendida o acaba yendo de testigo y acaba imputado. En el plano político, están también dos otros casos: la entrada en prisión del intermediario Víctor de Aldama, un personaje clave en numerosas operaciones, hasta el extremo de ser considerado el cerebro del caso Koldo. Aldama está en prisión por un fraude de 182 millones en hidrocarburos, pero la UCO concluye que hay una vinculación directa con la trama de las mascarillas. El intermediario también aparece en el caso de Begoña Gómez, la esposa del presidente del gobierno.

Ha sido tan profunda la detonación de las acusaciones que, por primera vez, el PSOE ha entrado en un estado de preocupación desconocido en los últimos años

El tercer caso que afecta al PSOE, junto con el de Ábalos y Aldama, es el denominado Delcygate, una reunión que mantuvo Ábalos en 2020 con Delcy Rodríguez, la número dos del gobierno de Venezuela, en Barajas, y con unas maletas que iban, al parecer, de mano en mano. Además, no era una reunión más, ya que la Unión Europea había prohibido expresamente encuentros con el equipo ministerial de Maduro. La reunión primero fue negada, después se dieron varias versiones diferentes por parte del gobierno, después que no fue propiamente dicha una reunión y, finalmente, que Sánchez no sabía nada. Ahora, capturas de WhatsApp del exministro confirman que Sánchez estaba perfectamente al caso, algo que él había negado siempre. 

A estas tres carpetas judiciales se añaden las del entorno personal más próximo al presidente del gobierno, que afectan a su esposa y a su hermano David Sánchez. Cinco casos de índole muy diferentes, pero que tienen algo en común, la corrupción. No es extraño que, por primera vez, estas últimas horas haya dirigentes socialistas que expresen una enorme preocupación. Se junta, además, con los preparativos del 41º Congreso Federal del PSOE en Sevilla los próximos días 29 y 30 de noviembre. Un cónclave que se presentaba tranquilo y con las oposiciones conocidas de los barones de Castilla-La Mancha, Garcia Page, y Aragón, Javier Lambán, pero que en las últimas fechas han emergido nuevos grupos de protesta en Castilla-León, Madrid y Andalucía. Veremos qué magnitud tiene la protesta, pero difícilmente será ya tan tranquilo como Sánchez quería.

Si a todo ello se añade que no estamos, ni mucho menos, al final de los casos Ábalos, Aldama, Delcygate, Begoña Gómez y David Sánchez, tiene motivos más que de sobra el presidente del gobierno para estar preocupado. Por no hablar de una legislatura que ha colapsado al carecer de apoyos parlamentarios para sacar adelante cualquier iniciativa política. Los presupuestos serían, así, la única baza con la que podría coger algo de oxígeno. Pero los números no salen por más que el PSOE está con negociaciones abiertas para lograrlo y ya tiene los nudillos rotos de tanto picar una y otra vez en la puerta de Junts.