Carme Chacón se va. O se va, por ahora, a medias. Y lo hace después de una profunda reflexión que inició hace un cierto tiempo. Bastante más del plazo de un mes que ha explicado este jueves en el Congreso de los Diputados. Se va sin explicarse, algo que, por otra parte, se ha hecho habitual en la diputada del PSC. Pocos saben que la exministra ya no quería concurrir a las elecciones del pasado 20 de diciembre y que, al final, si aceptó fue por dos personas: José Zaragoza y Miquel Iceta, por este orden. La insistencia de ambos desbloqueó su reticencia inicial y también, dicho en lenguaje coloquial, entender que al partido que se lo había dado todo les debía, aunque fuera hacia el desastre electoral, este servicio. Claro que hay razones personales en su decisión y que van desde una profunda sensación de frustración hasta otros de índole familiar y profesional.
Pero no son esas en definitiva las razones que le han llevado a esta decisión. Como ha dejado dicho en su comparecencia pública –difícilmente puede ser considerada una rueda de prensa ya que se ciñó a un único mensaje con tres o cuatro ideas– los motivos de su renuncia a encabezar la candidatura por Barcelona del PSC son políticas. Ha dicho también que son menores y que, por ello, no hace falta explicar. Se equivoca. No se puede tirar la piedra y esconder la mano. Lo cierto es que el PSC formaba cada vez más parte de sus recuerdos de un pasado glorioso y no entendía la falta de afecto de sus compañeros de partido.
Cinco razones han pesado en esta decisión. Primero, incomodidad con la política del PSC y algunos de sus quiebros en Catalunya y que tienen mucho que ver con la independencia de Catalunya. La exministra vive esta cuestión como una batalla con vencedores y vencidos y le incomodan algunas lo que interpreta como algunos silencios o errores de su partido que van desde consentir a los concejales del partido en consistorios catalanes apoyos o abstenciones a resoluciones a favor de la independencia o el 9-N hasta el acuerdo alcanzado en Girona para situar al frente del consistorio a una alcaldesa de Convergència. Segundo, la pereza (política, intelectual, no física) de ponerse el traje de faena para confeccionar una lista a su antojo como la del pasado diciembre en la que impuso como número dos a Germán Rodríguez Sánchez, su director de comunicación en los Ministerios de Vivienda y Defensa y todo un desconocido en el partido por más que durante de la legislatura 2011-2015 adquiriera su condición de diputado del PSC tras la dimisión de Daniel Fernández que consiguió escaño en el Parlamento catalán. Tercero, más recientemente se había incorporado un nuevo elemento: las primarias para elegir candidato. Chacón no temía esta situación pero entendía que en este momento crucial el socialismo catalán saldría debilitado, amén de considerar que era un gesto de ingratitud.
Las otras dos razones tienen que ver con la política española. No cree en el liderazgo de Pedro Sánchez al frente del PSOE y cree que lleva al partido a una posición muy comprometida después de las elecciones del 26 de junio; quizás, incluso, marginal en el tablero político. Y, finalmente, sus expectativas de futuro político son reducidas en los próximos años y, si se producen por alguna circunstancia, tendrán poco que ver con disponer de un acta de diputado. Veremos, con el tiempo, si este movimiento ha sido como el de su coetáneo Artur Mas, un paso al lado, o como el de Josep Antoni Duran Lleida, un paso atrás.