La decisión de los sindicatos de Renfe y Adif de convocar una serie de jornadas de huelga, este mes de marzo y los primeros días de abril, tras el acuerdo entre el Ministerio de Transportes y el Govern de la Generalitat para el traspaso de Rodalies a través de una nueva filial catalana de Renfe, es lo más parecido a un chantaje. A una inaceptable extorsión. En ningún caso es tolerable que, si los trabajadores no pierden condiciones laborales, su respuesta a un acuerdo entre las dos administraciones sea convocar siete jornadas de huelga entre el 17 de marzo y el 3 de abril. Entre otras cosas, porque no es función de los sindicatos enmendar lo que es una transferencia fruto de una demanda histórica de la sociedad catalana ante el pésimo servicio ofrecido en las últimas décadas a millones y millones de ciudadanos que no tienen otra fórmula para desplazarse a su lugar de trabajo que haciendo uso de Rodalies. Es inimaginable que este deplorable servicio pudieran tenerlo, por ejemplo, los habitantes de la Comunidad de Madrid y, en consecuencia, es incluso utópico el plantearse que puedan llegar a comprenderlo.
La demagogia de los sindicatos con esta cuestión no puede ser objeto de la más mínima negociación por parte de las administraciones. La defensa de sus justos derechos laborales no forma parte, en este caso, de la ecuación, sino que se utiliza el tener a los ciudadanos como rehenes no para obtener mejores condiciones laborales, sino para revertir una decisión política. “Ha llegado el momento de mostrar a la sociedad el malestar por el incumplimiento de los acuerdos y el rechazo unánime de los ferroviarios a la decisión adoptada entre Gobierno y Generalitat”, señalan desde el sindicato de maquinistas SEMAF. Este mismo lunes ha habido afectaciones importantes en la línea R2 Sud y la R4, que han sufrido retrasos provocados por la conflictividad laboral en protesta por el traspaso de Rodalies. El pasado sábado se vivieron escenas tercermundistas con 42 trenes suspendidos, los andenes repletos de personas tratando de encontrar una manera de salir de la ratonera en que se había convertido la estación, tres horas para llegar de Reus a Barcelona... En fin, un auténtico despropósito.
Los sindicatos de Renfe utilizan a los ciudadanos como rehenes para revertir una decisión política
Lo más preocupante de todo es que llevamos veinte años hablando del traspaso de Rodalies a la Generalitat y cada vez que un ministro, sea del PSOE o del PP, se ha puesto al frente del ministerio de Transportes, con ese nombre o con uno parecido, todo han sido promesas mientras el servicio a los ciudadanos se caía hecho pedazos. No se puede ser muy optimista porque no hay una base realista para ello y en lo que son grandes infraestructuras, tanto ferroviarias como aéreas, siempre parece surgir un conglomerado de intereses para que Catalunya no pueda actuar con una mínima independencia. Como máximo, se hacen consorcios en los que el derecho a veto de la administración central tiene siempre la última palabra y no a la inversa, que sería la única garantía de que la decisión que se adoptara fuera la mejor para los intereses de los catalanes. Y pasan los años y se dan pasos de tortuga que quedan muy lejos de poder decidir sobre trenes y aeropuertos, dos auténticos cuellos de botella que serán del todo irresolubles hasta que la transferencia sea total y absoluta.
Hace ya muchos años, cuando se empezó a plantear un hipotético traspaso de Rodalies, unos cuantos abogamos por que la mejor solución sería que Ferrocarrils de Catalunya se fuera haciendo progresivamente cargo de las diferentes líneas de cercanías hasta que el traspaso se hubiera completado en su totalidad. Una empresa con una calidad del servicio más que contrastada era garantía de eficiencia y buenos resultados. Se dijo que eso retrasaría enormemente una transferencia que ya hace 20 años era vital. Han pasado dos décadas, todo está por hacerse y Catalunya no tendrá un control absoluto del futuro ferroviario de Rodalies. No sé yo si en una nueva discusión de esa misma naturaleza, si se pudiera tirar el reloj hacia atrás y revertir la decisión, la transferencia se habría completado. Pero, sin duda, estaríamos mucho mejor.