Cuando un político o política al frente de una institución se dedica permanentemente a desprestigiarla, lo menos que uno puede sentir es vergüenza. Pocas veces ha pasado en Catalunya con la dimensión de lo que sucede con la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. Su última salida de tono, rompiendo relaciones con Tel Aviv, saltándose el necesario aval del pleno del Ayuntamiento para una decisión tan importante y polémica como esa, refleja una manera muy particular de entender qué supone ser la máxima autoridad de una ciudad como Barcelona, tolerante y abierta a lo largo de su historia. Capaz de estar hermanada a Tel Aviv y a Gaza, de ahí su grandeza. Con este gesto autoritario, partidista y sectario es muy posible que no pierda votos en las próximas municipales, ya que en determinados sectores, seguramente, será incluso aplaudida.

Pero es del todo incompatible ser alcaldesa con ser activista y hacer daño a la imagen de la ciudad. En su día ya tuvo que rectificar su oposición al certamen del Mobile World Congress, el salón más importante de telefonía móvil de mundo y estandarte de la Fira de Barcelona, y lo hizo. Ahora, los grupos municipales deben corregir más pronto que tarde el disparate cometido por la acción realizada. No es aceptable ni aunque esté muy desesperada porque las encuestas la alejan de la primera posición el próximo 28 de mayo. No todo vale por muy acostumbrada que esté a las piruetas y tenga un cierto viento mediático a favor, incluso de cabeceras que están en las antípodas de lo que ella representa. Poderoso caballero es don dinero, tituló Francisco de Quevedo. Un extenso reportaje del Financial Times, la biblia del periodismo económico, publicado este jueves, lleva por título todo un epitafio: Cómo Barcelona perdió el rumbo. En el texto se reflexiona sobre la situación económica de la ciudad e incluso la situación anímica, poniendo el acento en que se encuentra en una situación de decadencia en parte por la gestión de la alcaldesa Colau.

Claro que es importante lo que escribe el diario económico británico, ya que en un mundo intercomunicado como el actual muchas decisiones que se toman a miles de kilómetros tienen que ver con el impacto de noticias tan negativas como la ruptura de relaciones con Tel Aviv y por extensión con el gobierno israelí. No es ningún secreto que numerosas multinacionales han tenido conversaciones con diferentes grupos municipales estos últimos tiempos y que tienen paradas sus inversiones a la espera de las importantes elecciones del 28 de mayo. De eso no se habla, pero ahí está. A los dirigentes políticos hay que exigirles una mínima coherencia, ya que como muy bien recuerda este jueves el Jerusalem Post, Barcelona ha realizado el último año dos campañas para atraer turistas judíos e israelíes interesados en explorar el patrimonio judío en la ciudad: Shalom Barcelona y Barcelona connects Israel.

Hay que revocar la decisión con urgencia y debe hacerse con una mayoría lo más amplia posible. Esquerra, como ganador de las últimas elecciones municipales, debe estar en el bloque, en el que también están PSC y Junts, que ya ha anunciado que corregirá en el pleno el decreto de la alcaldía. En juego está un modelo abierto de ciudad y también no ceder terreno a Madrid, que ya ha anunciado que ellos sí están dispuestos a hermanarse con Tel Aviv e incluso la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, siempre al quite, viajará la semana próxima a Israel para captar inversiones. No es extraño que el gremio hotelero haya puesto el grito en el cielo tras el anuncio de Colau y las dificultades sufridas tras dos años muy difíciles por la pandemia del coronavirus. Pero Colau, alejada del mundo real, hace tiempo que apostó por ella antes que por Barcelona.