La ausencia de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, del pregón oficial de inauguración de la Festa Major de Gràcia, después de la bronca que recibió el año pasado, va a marcar el punto de inflexión de la simbiosis entre una política que ha demostrado que no soporta las críticas, y la ciudadanía. Tengo un amigo que cada vez que se producen estas situaciones suele decir que a la política hay que venir llorado, ya que hay que dejar que la gente proteste y se la deje expresar, máxime si son representantes del barrio que están disconformes con su gestión al frente de la ciudad.
Gràcia es algo más que una fiesta: es la fiesta de las fiestas mayores de la ciudad después de las de la Mercè. Y para Colau tampoco es un barrio cualquiera, ya que en este distrito Barcelona en Comú fue la primera fuerza política en las municipales de 2019, con el 23,83% de los votos. Y, sin embargo, a un año de las elecciones, la alcaldesa se ha borrado del pregón. El hecho de que en los años anteriores, por el covid o por otras razones, tampoco hubiera asistido —la última vez fue en 2016— podía pasar desapercibido. Pero no este año, después de los pitidos y abucheos que sufrió el año pasado y que en este ejercicio ha dejado que recayeran en su concejal de Acció Climàtica, Eloi Badia.
A menos de un año de las elecciones municipales, que se celebrarán el último domingo de mayo de 2023, Colau no se ha presentado y el alcalde accidental de la capital, Albert Batlle, se ha difuminado con el paisaje sin intervenir en los parlamentos, dejándole el marrón a Badia. Jaume Collboni, el previsible alcaldable del PSC y primer teniente de alcalde, tampoco estaba. Los estrategas de campaña ya están funcionando de lo lindo y valorando qué tiene menos coste: si el pitido o la ausencia. Está clara la decisión tomada y el siempre reivindicativo barrio de Gràcia impone.
La ausencia de Colau coincide con un momento de una fuerte pulsión ciudadana por el deterioro de algunos servicios, como por ejemplo la limpieza y la seguridad. No son problemas nuevos en la ciudad, ya que las protestas ciudadanas vienen de antiguo. Pero desde la pasada primavera se ha incrementado la denuncia ciudadana por la suciedad de la ciudad, siendo un hábito los contenedores repletos de basura a su alrededor, y en muchas zonas de la ciudad se han denunciado como algo habitual plagas de ratas. Llegando, incluso, al espacio más emblemático del centro de la ciudad, la plaza Catalunya. Durante varias semanas Colau buscó excusas y negó la mayor, mientras las pruebas eran cada vez más evidentes.