Es muy posible que solo una persona como Xavier Trias se hubiera ido a comer con la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, para acordar un debate constructivo en la próxima campaña municipal en que la ciudad y su futuro sean los protagonistas del debate público. Cualquier otro, después del burdo aprovechamiento que hizo Colau de la campaña mediática de una falsa cuenta en Suiza, en las municipales de 2015, y que a la postre le acabó costando el cargo de alcalde, no se hubiera reunido con ella y, mucho menos, lo hubiera publicitado y la hubiera invitado haciendo público el almuerzo en un conocido restaurante del Eixample. El estilo Trias tiene estas cosas, con las que no están de acuerdo, en ocasiones, muchos de los suyos, pero el exalcalde, que tiene su propio estilo, dispone de manos libres para hacer lo que quiera, y los que le conocen saben que no va a renunciar a ello.
A Trias una polarización entre él y Colau no solo no le preocupa sino que la va a intentar buscar. A Colau menos aún, ya que sabe que sus opciones irán a la baja a medida que se acerquen las elecciones y, sobre todo, si el PSC, el gran favorito por ahora, juega bien sus cartas. Quien más difícil lo tiene tras la irrupción de Trias es Ernest Maragall que pese a ganar las elecciones de municipales de 2019 corre el riesgo de tener menos chance que en los comicios de hace cuatro años. Se mire como se mire, Trias no es Quim Forn —que, además, estaba en la prisión de Lledoners—, ni tampoco Elsa Artadi, la exconsellera de Presidència y quien ha aguantado el grupo municipal de Junts durante los años de este segundo mandato de Colau. Trias tiene galones ganados en mil batallas, conoce la ciudad como la palma de la mano, tiene detrás cuatro años exitosos (2011-2015) como alcalde y, más allá de un educado almuerzo, es el único candidato claramente anti Colau.
Ni Collboni, ni Maragall pueden exhibir esta carta. El primero, porque de los ocho años de Colau como alcaldesa ha gobernado prácticamente todos como su teniente de alcalde y, el segundo, porque en esta legislatura le ha aprobado todos los presupuestos municipales que, a la postre, acaban reflejando un proyecto de ciudad. En defensa de Maragall hay que decir que este apoyo ha venido después de que los comuns ayudaran al president Aragonès en la Generalitat y acabara siendo una contrapartida que no tuviera más remedio que aceptar por exigencias de su partido. En cualquier caso, no van a ser para Maragall unas elecciones fáciles y algo de eso se está viendo en una cierta pérdida de protagonismo mediático desde que Trias hizo público su voluntad de volver a la política y disputarle la alcaldía a Colau. Las encuestas que se han publicado hasta la fecha y que tienen la importancia que cada uno les quiera dar ya reflejan un empate a cuatro, algo que parecía imposible hasta la entrada en escena de Xavier Trias.
Estamos, por tanto, ante unas elecciones municipales a la ciudad de Barcelona de una gran incerteza, ya que nunca hasta la fecha cuatro candidatos habían tenido la oportunidad de hacerse con el bastón de mando de la ciudad. Un empate desigual pero que difícilmente sacará fuera de la pista de una manera definitiva e irreversible a ninguno de los cuatro aspirantes a hacerse con la alcaldía. Cada uno tiene sus opciones en función del relato municipal que se acabe imponiendo, en una campaña que, más allá del fair play, va a ser a cara de perro. Será, sin duda, la batalla electoral más intensa y apasionante de los últimos años, ya que el ganador va a condicionar de manera importante la Barcelona de los próximos años y el modelo de ciudad por el que apuestan los barceloneses. Un modelo de ciudad que no continúe expulsando a sus ciudadanos, pero también de crecimiento económico, de sistema impositivo, de burocracia administrativa, de vivienda, de ecologismo y de muchas otras cosas. La partida ha empezado.