Supongo que después de que la Junta Electoral de Zona (JEZ) de Barcelona haya desestimado el recurso interpuesto por Ada Colau contra los resultados primero anunciados el pasado domingo 28 de mayo y después ratificados por la misma JEZ el pasado 2 de junio, la alcaldesa va a aceptar finalmente los resultados y lo que los barceloneses decidieron: Xavier Trias ha ganado las elecciones en la capital catalana con 11 concejales. Detrás, a una considerable diferencia de más de 17.000 votos y más de 2,6 puntos de diferencia, ha quedado el socialista Jaume Collboni y unos cientos de votos más atrás, Ada Colau. Es la primera vez en las doce elecciones municipales que se han celebrado desde 1979 que el alcalde o en este caso alcaldesa que se presentaba a la reelección no la ha obtenido o, en el peor de los casos, ha quedado en segundo lugar.

Quizás por eso Colau ha hecho tantos esfuerzos por lograr la segunda plaza, hasta el extremo de que en muchos momentos se ha podido interpretar, dado el interés que ha puesto, que cuestionaba el recuento y su resultado. De hecho, todos los partidos se han visto sorprendidos por esa insistencia de Barcelona en Comú y eso que ninguno le ha dado la más mínima posibilidad a que sus movimientos pudieran acabar teniendo algún resultado efectivo, más allá de la rabieta del momento. Esta fase debería haber llegado a su punto y final, ya que de un político se espera que lógicamente defienda sus posiciones y sus derechos, pero también que tenga un buen perder, aceptando los resultados y aceptando la realidad.

Es evidente que los resultados en Barcelona han provocado un auténtico terremoto político porque el tiempo del binomio Colau-PSC ha acabado. También parece bastante evidente que Barcelona en Comú tendrá que desalojar los despachos de estos últimos ocho años y que la red clientelar que había ido creando tiene los días contados. Eso acaben como acaben las conversaciones para el nuevo equipo de gobierno de la capital catalana. Xavier Trias tiene bastante avanzadas las negociaciones con Esquerra Republicana y se ha creado en pocos días un clima de confianza con Ernest Maragall, siendo conscientes ambos de que es una mayoría política en precario, ya que la absoluta está en 21 concejales y entre los dos partidos solo tienen 16 ediles.

Con la segunda posición ya consolidada al 100%, Collboni tiene que decidir entre las tres opciones que, hoy por hoy, tiene encima de la mesa. Una compleja negociación con Trias —sumarían justo 21— que le asegure un perfil político algo más importante que el que ha tenido con Colau durante estos dos mandatos. Es una opción que desean más los sectores empresariales de la ciudad que los dos partidos en cuestión, pero que tiene su recorrido en un alcaldable como Trias. Un gobierno Frankenstein con los votos de Colau e imperiosamente PP o Vox para la investidura, que la izquierda tendría que hacer con una pinza en la nariz, pero no sería una circunstancia nueva, ya que lo hizo en 2019 con Manuel Valls para impedir que Maragall fuera alcalde. O bien, y esa es la última posibilidad, irse a la oposición, algo que no parece entusiasmar al alcaldable socialista. La opción de un gobierno de izquierdas con Esquerra dentro parece, hoy por hoy, imposible. ¿Más adelante? En política todo es posible, aunque fiarlo todo al futuro es una estrategia arriesgada.

En estos momentos, aunque públicamente se expliquen relativamente poco los contactos que mantienen entre unos y otros, en la práctica todos se han visto con todos y la información es suficientemente fluida entre todos los negociadores para saber cómo están avanzando las conversaciones entre ellos. En muchos aspectos, esta semana va a ser decisiva para orientar la sesión constitutiva del próximo día 17, sabiendo también una última cosa: un gobierno a tres Junts, PSC y ERC es imposible, ya que socialistas y republicanos se vetan mutuamente, con lo cual la balanza tendrá que caer, al final, de un lado u otro.