El hecho de que después de muchos años un alcalde de Barcelona consiga aprobar el barómetro municipal, aunque sea con un 5,1 y en tercer lugar, detrás de Ernest Maragall (5,3) y de Xavier Trias (5,2), tiene mucho que ver con los decibelios que ha bajado la tensión en la capital catalana y la artificial bipolarización creada por su antecesora, Ada Colau. Durante cuatro años, la alcaldesa suspendió todos los barómetros municipales —esta vez, también, 4,3— y aunque buena parte de los problemas se mantienen, lo que los ciudadanos reconocen es que el clima existente es diferente y, en tan corto período, ya se da por suficiente. El hecho de que los ejércitos de los rivales se hayan quedado sin su mástil de proa también debe, sin duda, ayudar. Maragall deja el acta de concejal esta semana, Trias lo hará en los primeros meses del año próximo y Colau, sin destino conocido, aunque con un cierto rum-rum de fondo de que su futuro podría estar en Europa, tampoco está ejerciendo ni como líder de un partido de gobierno ni de la oposición.
Aunque la valoración de Collboni es buena, tiene por delante dos problemas de gran envergadura. El primero, decidir con quién gobernar la capital catalana, ya que sus diez concejales están muy lejos de permitirle continuar mandando en solitario. Sirve como una situación de ínterin en la que no se han de llevar a aprobación cuestiones capitales y se puede demorar el anuncio unos meses, pero para poca cosa más. No ha ocultado que sus preferencias serían un gobierno con los comunes y con Esquerra aunque, por el contrario, muchas medidas de estos meses las ha aprobado con la formación Trias per Barcelona. Esta manera de balancear tiene los meses contados, ya que ni unos ni otros se van a conformar con tener una pierna en cada sitio y tendrá que escoger, algo que con las elecciones catalanas en el horizonte también va a tener su importancia.
Junts vuelve a su cuarta posición, tras el PSC, Barcelona en Comú y Esquerra Republicana
Si ese problema es importante y marcará el rumbo de su mandato, tampoco es menor la enorme preocupación en un tema como es la inseguridad. Hasta el 27,7% de los barceloneses lo colocan como el principal problema y, lo que es más grave, ya se está visibilizando como un punto muy importante a la hora de captar empresas extranjeras de cierto tamaño o altos directivos. Solo hace falta prestar atención a lo que se explica entre las patronales para ver que es todo menos una anécdota y que además Barcelona sale muy perjudicada de comparaciones con Madrid, donde su escala de malestar son la limpieza, el tráfico y la contaminación y valoran la seguridad con un excelente 7,3.
Aunque hay que hacer un caso relativo a qué sucedería si ahora hubiera elecciones municipales, tampoco hay que pasar por alto el pronóstico que se hace. Es evidente que el fenómeno Trias ha desaparecido de la ecuación, ya que pese a su victoria electoral del pasado mes de mayo, ni es alcalde ni será de nuevo candidato. En esta circunstancia, Junts vuelve a su cuarta posición, tras el PSC, Barcelona en Comú y Esquerra Republicana. No es extraño, ya que antes de que el exalcalde Trias diera el paso y aceptara ser candidato, el partido de Carles Puigdemont y Jordi Turull se movía en estos parámetros. Es evidente que la inercia no le va a devolver a la posición del pasado mes de mayo y han de retirarse al rincón de pensar. La segunda posición de los comunes también es coherente con la fuerza que han demostrado en Barcelona desde 2015 y Esquerra Republicana mejora posiciones fundamentalmente porque Trias le robó la cartera y sin Trias muchos votantes vuelven a su posición más natural.