En contra de lo que era, seguramente, su planteamiento inicial, el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, ha decidido sacar adelante los presupuestos municipales y dejar, para más adelante, la articulación de una mayoría absoluta que garantice con 21 diputados una mayor estabilidad de la gobernanza de la ciudad. No los sacará adelante de una manera, podríamos decir, ortodoxa, en la comisión extraordinaria de economía del próximo martes, 20 de febrero, ya que no tiene los votos suficientes, pero tendrá el recurso de vincularlos a una cuestión de confianza, una maniobra prevista en el ordenamiento municipal que comportará la aprobación de las cuentas públicas si la oposición no es capaz de articular, en un plazo de treinta días, una moción de censura con un concejal en condiciones de ganarla por mayoría absoluta. Algo que, con el consistorio actual, es difícil que pase.
¿Dónde hay 21 concejales para tumbar a Collboni? Ya se pueden hacer todas las matemáticas que se quieran, pero el reparto es inexorable. A los 10 del PSC se suman los 11 de Trias, los 10 de los comunes, los 5 de Esquerra, los 3 del PP y los 2 de Vox. Solo habría una mayoría absoluta aritmética y es una mayoría política imposible, que sería un acuerdo entre Trias y Colau. Por tanto, partida acabada. Además, en este ínterin de las próximas semanas, es más que probable que los cinco concejales de Esquerra acaben sumándose al equipo de gobierno actual, ya que al partido parece que ganas no le faltan, con lo que los 15 concejales de este nuevo equipo de gobierno serían los mismos que tuvo Xavier Trias en el período 2011-2015; Ada Colau en el primer mandato (2015-2019), los 11 suyos más los 4 del PSC, y 3 menos que los 18 que sumaron comunes y socialistas en los cuatro años del último mandato de Colau. Visto desde esta perspectiva, 15 concejales le pueden dar oxígeno suficiente a Collboni.
En esta cuadratura del círculo que plantea el alcalde, seguramente la única línea roja que procurará no cruzar es la incorporación de Colau y de los comunes al equipo de gobierno. Collboni, que conoce bien los resortes de la ciudad, sabe bien que esto le podría acabar enemistando con sectores que no quieren ver a la exalcaldesa ni en pintura. Además, se ha ido abriendo paso la idea de que después de que hayan pasado los barcos de la política española y en breve las europeas y no se haya subido, su destino político futuro queda orientado a la ciudad de Barcelona en las municipales de 2027. De hecho, su presencia pública es cada vez más evidente en todo tipo de actos. Desde obras de teatro hasta cenas de gala en congresos internacionales que se celebran en Barcelona, como la exitosa feria ISE celebrada el pasado enero. Con lo cual, dudo mucho que los socialistas estén por hacerle muchos favores.
Una frase ha hecho fortuna en el PSC: individualmente nos podemos entender con todos ellos, o con casi todos, pero colectivamente es otra cosa
El caso de Junts circula por un carril diferente, pero con un resultado parecido. Hay una base de fondo que subyace siempre a la hora de la verdad: el pacto en Barcelona de PSC y Junts gusta más en los despachos que en el terreno de juego. Pero, además, con Xavier Trias de salida del consistorio en un momento u otro, como ha anunciado reiteradamente, los socialistas no están seguros de que las condiciones ambientales, entiéndase las de las propias necesidades de Junts, garantizaran una navegación tranquila y una estabilidad hasta el final del mandato. Una frase ha hecho fortuna en el PSC: individualmente nos podemos entender con todos ellos, o con casi todos, pero colectivamente es otra cosa. Que es una manera de decir que han dejado de ser previsibles.
Para acabar de rematar, hay una realidad muy concreta. La valoración de Collboni entre los barceloneses: aprobó con un 5,1 en el reciente barómetro municipal, una situación que no le sucedía al alcalde de la capital catalana desde 2019. Eso es reflejo de varias cosas. Pero, sobre todo, que aquella crispación que se vivía en la ciudad ha desaparecido y el 57,4% de los barceloneses aprueba sus primeros meses de mandato. Una valoración que también debe haber tenido su peso a la hora de ver que su soledad actual no deja de ser bastante confortable.