La renuncia de Jaume Collboni a la primera tenencia de alcaldía del Ayuntamiento de Barcelona, con la excusa de una mayor dedicación a potenciar su candidatura a la capital de Catalunya en las elecciones del mes de mayo, es una noticia tan sorprendente como extraña a pocos meses de los comicios del próximo 28 de mayo. El alcaldable del PSC mueve ficha después de ocho años formando parte del equipo de Ada Colau, consciente, quizás, de que su estrategia para tener un pie en el gobierno de la ciudad y otro marcando distancias estaba falto de credibilidad. La aparición de Xavier Trias en el tablero municipal está desencadenando movimientos ciertamente singulares. Hace una semana fue Ernest Maragall quien renunció a su acta de diputado en el Parlament también para dedicarse exclusivamente a su campaña como candidato de Esquerra. Collboni ha realizado un movimiento similar.
Es obvio que el efecto Colau, y su capacidad para desgastar las formaciones políticas que le apoyan, se basa en que ella es siempre la única beneficiada de sus iniciativas, ya que la irradiación de su política acaba chamuscando a todos sus aliados. Eso no era tan así en las elecciones municipales de 2019, por dos motivos: no se visualizaba una candidatura netamente anti Colau —sorprendentemente, si alguna lo era es la de Manuel Valls, que acabó facilitándole cuatro años más en la alcaldía, igual que su compañera Eva Parera, que ahora, en una aventura política diferente, reniega de la alcaldesa— y, para el upper Diagonal, era más importante impedir la candidatura independentista de Ernest Maragall que un nuevo mandato de Colau.
La irrupción de Trias en la campaña y su estrategia ha tenido como primer efecto cambiar el frame en que hasta aquel momento se estaba desarrollando la contienda. Trias es, sin matices, el candidato más diferenciado de Colau y esta es la baza que está jugando, hasta el momento, con éxito. Collboni no está dispuesto a dejarle el camino despejado al candidato de Junts y por eso ha dejado el Ayuntamiento y el posicionamiento institucional que tenía. Es, en parte, el reconocimiento de un error, ya que fueron varios los dirigentes del partido que hace ya tiempo que se lo aconsejaron si quería aprovechar la inercia de un partido al alza, según las encuestas, como el PSC. Ahora, el movimiento es tardío y le va a costar de explicar. Además de ser discutible que le aporte el plus de alejamiento de Colau que busca. Este mismo lunes, la noticia cogió de sorpresa a muchos dirigentes socialistas que no sabían interpretar si había algo más en su extraño movimiento.
Collboni y Maragall también compiten en la búsqueda de personalidades que puedan reforzar sus respectivas listas electorales. Uno y otro trabajan desde hace semanas e incluso meses en reforzar los perfiles que más necesitan. El primero, alguien que ofrezca garantías de solvencia en el área económica, y el segundo, varios complementos que cubran espacios a los que no llegan ni Esquerra, ni el propio Ernest Maragall. Sobre todo, porque el apellido Maragall que actuó de imán en la candidatura de hace cuatro años es difícil que tenga el mismo impacto electoral o al menos así lo ponen de relieve las encuestas. También las internas del partido, que se realizan con una cierta frecuencia. Si alguien se pensaba que la batalla de Barcelona iba a ser reñida a secas, ahora ya puede apostar todo a que ciertamente lo va a ser. Y por si faltara algo, la Audiencia Nacional rebuscando carpetas Trias, un clásico si no fuera porque, contra el exalcalde, la justicia y las cloacas del Estado ya lo han intentado todo. Y, seguramente, una nueva campaña como la de 2015 le blindaría más que le perjudicaría.