Desde que el viernes por la mañana el conseller de Salut, Josep Maria Argimon, planteó la necesidad de suprimir las cenas de empresa de Navidad en una entrevista en TV3 -una comunicación así merece una puesta en escena mucho más oficial y únicamente tras una decisión firme- ante el aumento de contagios, una auténtica ola devastadora se está produciendo en el sector de la restauración. Los afectados cruzan los dedos ante lo que puede suceder a partir de este lunes después de las anulaciones que ya vivieron el mismo viernes, después de un año difícil y en que estaban depositadas todas las esperanzas en las tres semanas de las fiestas de Navidad. Algunos, incluso, con una parte importante del género comprado o reservado.
Un gobernante tiene que saber medir sus palabras y estar muy seguro del mensaje que emite si no quiere hacer un destrozo a un sector clave de la economía catalana. Porque si realmente se tienen que suspender las cenas de empresa habrá que concluir que antes hay que cerrar el sector del ocio nocturno o volver a limitar la asistencia a los estadios de fútbol. No se puede empezar la casa por el tejado, y las cien mil personas que se concentran en el Camp Nou o los varios millares que se reúnen en alguna de las discotecas prémium de la conurbación de Barcelona -por ejemplo, una de las más populares discotecas de Mataró admite hasta 4.000 jóvenes cada dia del fin de semana- deberían ser objeto de restricciones antes que la restauración.
No es fácil combinar los dos roles de médico y conseller, aunque al frente del departament ha habido, en las últimas décadas, varios médicos. Desde Xavier Trias al doctor Josep Laporte, o también Ramon Espasa y Marina Geli por citar a cuatro de ellos y todos ellos buenos consellers de Salut. Los cuatro colgaron la bata en el momento en que asumieron el cargo y adoptaron un rol nada fácil como es el de conseller, aún a costa de tener más de un conflicto con el colectivo médico al que pertenecen. Y eso vale para todo, también para asumir que los presupuestos no son nunca infinitos y que las posiciones del partido que le ha hecho confianza deberían ser las suyas.
Un debate entre una Catalunya mermada por las restricciones covid y otras zonas de España abiertas del todo es una carpeta que no debería volver a abrir el Govern de la Generalitat, a menos que esté muy seguro de que no hay otro camino. Y, por favor, los globos sonda, mejor guardados en el armario, especialmente cuando por en medio hay decenas de miles de personas que pueden arruinarse por una palabra de más.