No hay día que no haya la previsión de un mal dato económico —la recesión en Europa avanza de manera imparable— o de una medida de impacto social —el plan de emergencia de la Comisión Europea de reducir el consumo de gas en cada país un 15% durante los próximos ocho meses— que dibuje algo más que un otoño y un invierno complicados. Lo vienen avisando analistas de todas las corrientes económicas, gobiernos de todos los colores, bancos centrales de diferentes continentes, organismos como el FMI o la OCDE y también estudios diversos de toda la banca mundial. Los gobiernos tienen, en esta situación, un margen limitado para adoptar medidas, más allá de los anuncios a los que nos tienen acostumbrados políticos como Pedro Sánchez, que, muchas veces, detrás del impacto inicial, una vez se rasca, acaba quedando poco. Olvidando que lo que se necesita son medidas para luchar contra la inflación, más que una serie de medidas populistas que a nada conducen con el tiempo.
Viene esta primera reflexión a cuenta del debate preliminar que sobre un próximo presupuesto de la Generalitat han tenido en el Parlament este miércoles el conseller de Economia, Jaume Giró, con el diputado de los comuns Joan Carles Gallego. Evidentemente, solo fue un primer juego de esgrima, pero el hecho de que en los últimos presupuestos los comuns fueran el socio elegido por el Govern para aprobarlos tras la renuncia de la CUP no es un dato menor. Nada apunta a que los anticapitalistas quieran modificar su negativa del año pasado, ya que en los últimos meses la excusa que ofrecieron de un Govern alejado de los acuerdos de investidura que pactaron con el president Pere Aragonès, lejos de reducirse se ha ensanchado. La diputada cupaire Eulàlia Reguant se dirigía a la consellera de Presidència, Laura Vilagrà, y a Esquerra en unos duros términos: "Estáis secuestrados por la agencia del reencuentro".
La alternativa del Govern quizás sean tan solo los comuns, pero en un año con municipales el próximo mes de mayo, y con intereses partidistas en juego, los presupuestos siempre son una incógnita. Pero en un país con pocos recursos económicos como Catalunya, la evolución del presupuesto al alza es el único resorte que tiene la administración para dar respuestas a lo que serán las demandas de los ciudadanos a partir del invierno. Es algo obvio, que muchas veces se olvida, porque estas cuestiones siempre son áridas y alejadas del debate que se suele propiciar en la opinión pública. Se verá, con seguridad, en España, donde las diferencias políticas existentes no impedirán la aprobación de unas cuentas públicas, ya que no habrá gobierno que pueda resistir la avalancha de necesidades sociales que se avecina con unas cuentas más expansivas que las actuales.
Los presupuestos se han de aprobar como sea, han de ser unos buenos presupuestos y el Govern tiene que pagar el mínimo peaje posible al socio parlamentario que se necesitará para sacarlos adelante. Autodescartada la CUP, quedarán los comuns y, aritméticamente, el PSC, que solo de mentarlo provoca urticaria en muchos rincones del independentismo, ya que la identificación entre represión y los socialistas es una carpeta aún abierta. La pregunta, incómoda, es: ¿hay que elegir el socio que asegure la aprobación y los mejores presupuestos, o solo se pueden pactar las cuentas públicas con la CUP y los comuns, y si ninguno quiere, se han de prorrogar los actuales? Viendo la situación que viene, el país no podrá aguantar mínimamente sin presupuestos. Por tanto, no hay elección posible. Han de salir adelante y no caben posiciones partidistas y de corta mirada, pues la situación será de emergencia nacional.