La designación de Irene Montero como candidata de Podemos para las próximas elecciones españolas, que no están ni siquiera convocadas, supone fundamentalmente un movimiento destinado a asentarse como el espacio de referencia a la izquierda del PSOE y también orientado a ganar autonomía con sus cuatro parlamentarios en el Congreso de los Diputados. ¿Dónde se ha dicho que siete diputados de Junts per Catalunya pueden llevar de cabeza al gobierno de Pedro Sánchez y cuatro de Podemos no han de servir para nada? Con esta máxima política en el frontispicio, la formación morada de Pablo Iglesias ha empezado a dejarse notar con mayor intensidad que antaño al acercarse el ecuador de la legislatura.
El error que cometió Yolanda Díaz al marginarlos del Consejo de Ministros en la confección del Gobierno, con la peregrina idea de que así Sumar se acabaría comiendo a Podemos, ha sido para los primeros un mal negocio. Han erosionado la unidad de la izquierda, han perdido capacidad estratégica en las negociaciones, han reducido sus posibilidades de armar una fuerza política con opciones de condicionar la agenda social del Gobierno y han sucumbido al papel de ser meros comparsas en el ejecutivo español, con tan solo el derecho al pataleo en las decisiones que les son incómodas de explicar a su electorado. Todo ello, además, con la percepción, a veces, de que los sillones van bastante por delante de las políticas, algo que en otros espacios ideológicos carecería de importancia, no así en Sumar.
Es probable que Podemos desarrolle una estrategia más pensada en que su proyecto sea identificable que en auxiliar a Sánchez. Ese papel se lo dejarán a Díaz
Que Iglesias acabe con Díaz solo es cuestión de tiempo. De no mucho tiempo. El reciente congreso de Sumar ha hecho evidente lo obvio: es incapaz de liderar nada al carecer de capital político y ha debido quedar al margen del sitio que le hubiera correspondido para concentrarse en su cargo institucional de vicepresidenta del Gobierno y ministra de Trabajo. La estrategia inicial de proponer una confluencia entre Sumar y Podemos también ha saltado por los aires, al carecer de interés para los morados, que piensan en un proyecto en solitario más a largo plazo que acabe consumiendo Sumar al carecer de espacio y de liderazgos a la izquierda del PSOE. Los intentos del Gobierno para asfixiar mediáticamente a Podemos tampoco están funcionando, ya que la marca sigue siendo reconocible y los liderazgos de Iglesias y Montero conservan pegada electoral en la izquierda y se complementan.
Con este horizonte, es muy probable que Podemos desarrolle una estrategia política más pensada en que su proyecto sea identificable por el electorado que en auxiliar a Pedro Sánchez. Ese papel se lo dejarán a Yolanda Díaz, con el riesgo de que se vaya asando en las brasas de un cargo que solo acaba reportando rédito para el PSOE, ya que la cohesión del Gobierno inmoviliza a Sumar. Pablo Iglesias, sin embargo, está en modo campaña electoral y desprovisto de cualquier kit de supervivencia para el presidente del Gobierno. Pero como que Sánchez es un político —además de resiliente en extremo— con una cierta suerte política, la crisis de los aranceles y la guerra comercial con Trump le permite poner en la nevera las iniciativas legislativas o ralentizarlas y priorizar la política internacional, siempre más reconfortante y con menos coste político.