La soberbia con la que Pedro Sánchez ha planteado la cumbre hispanofrancesa en Barcelona con la intención de mostrar a la comunidad internacional que el procés independentista catalán hay que darlo por acabado, va a acabar volviéndose en su contra. El presidente ha medido mal sus opciones, se ha pasado de listo, ha leído equivocadamente el siempre complejo mapa político catalán, y ha enviado a sus ministros, empezando por el de Presidencia, Félix Bolaños, a calentar la cita del 19 de la peor manera posible: resaltando que la elección de Barcelona como ciudad escogida para la cumbre de Macron y Sánchez, junto a sus gobiernos, tiene que ver con que se ha pasado página de los años del procés. Su mensaje es para el independentismo casi una provocación: ha llegado el momento de buscar lo que nos une y avanzar en el entendimiento.
Al final, ha sido esta prepotencia la que ha activado a las entidades soberanistas y a los partidos independentistas a convocar una movilización contra la cumbre Sánchez-Macron. La presencia en la convocatoria de Òmnium Cultural, la Assemblea Nacional Catalana (ANC) y el Consell de la República confiere a la manifestación musculatura organizativa para que la movilización sea importante. A ella se han sumado la Assemblea de Municipis per la Independència (AMI), la Intersindical-CSC y un número cada vez más amplio de entidades de diferente color político.
Respecto a los partidos independentistas, hasta este lunes en que se reunirán las respectivas ejecutivas, no habrá posicionamientos oficiales. Pero se da por seguro que tanto Junts per Catalunya como la CUP asistirán y convocarán a sus militantes y simpatizantes. Durante el fin de semana no se ha escuchado de los dirigentes de Esquerra Republicana ningún pronunciamiento al respecto, igual que de los miembros del Govern republicano, lo que da una idea de los diferentes puntos de vista en el partido.
El discurso de una Catalunya normalizada tras los años del procés no deja de ser una entelequia, ya que la tranquilidad es directamente proporcional a la represión que se puso en marcha aquellos años y que aún mantiene cientos de sumarios abiertos en todas las instancias judiciales: desde el juzgado más pequeño de Catalunya hasta las Audiencias provinciales, el Tribunal Superior de Justícia de Catalunya, la Audiencia Nacional o el Tribunal Supremo, a donde volverán los expedientes de los presos políticos para solicitar la revisión de condena después de la supresión de la sedición, el nuevo delito de desórdenes públicos agravados y la rebaja de la malversación.
Es con este último paquete legislativo con el que Pedro Sánchez pretende trasladar la idea de que el Código Penal se ha adaptado a las democracias europeas, olvidando el peso interpretativo y punitivo que tienen los jueces españoles del Supremo respecto a sus colegas de otros países. Esta normalización y haber enfriado la carpeta catalana es el botín que Sánchez quiere mostrarle a Macron. O quería, porque de aquella paz cuando se convocó la cumbre se ha pasado a una agitación que puede acabar desbaratando sus planes. Como daño colateral, los presupuestos catalanes tendrán que esperar.