Si Esquerra Republicana quería abrir de par en par las puertas de la crisis interna que padece y socializar la guerra abierta existente en el seno de la organización, realmente lo ha conseguido. La daga utilizada este jueves por el dimisionario Sergi Sabrià, al abandonar su cargo de viceconseller de Estratègia i Comunicació del Govern en funciones, tiene muy pocos precedentes en la vida política catalana, tan acostumbrada a que los desencuentros no se hagan públicos o se utilicen palabras mucho más conciliadoras. A la catalana, que se dice. Sabrià ha acabado convirtiendo su dimisión en una diatriba sin matices contra Oriol Junqueras, con acusaciones contra el líder republicano que, al menos en público, nunca se habían oído: "Desgraciadamente, hay a quien no le importa ni el partido, ni la militancia, ni la ciudadanía. Solo la ambición y el deseo personal de controlar una organización para hacérsela a su medida"

No había dos personas posibles destinatarias del mensaje, ya que no hizo falta que citara el nombre, porque se había referido instantes antes a unas declaraciones que el expresidente del partido había hecho hace unos días al señalar Junqueras, tras la firma de un manifiesto que pedía su dimisión, que la ropa sucia se lava en casa. Y siguió Sabrià: "Ha enfangado hasta límites insospechados un debate interno imprescindible", antes de concluir: "Ahora ya tienen lo que querían [su dimisión] y solo les puedo pedir una cosa: que dejen de hacer daño a la organización y su reputación". La concatenación de mensajes en las redes sociales de apoyo del núcleo dirigente cercano al president Aragonès o a Marta Rovira hace evidente que no estamos ante un tema personal o una salida de tono del dimisionario, sino de una agria confrontación por el control de la organización.

Sabrià dimite porque ha sido señalado como una de las personas que estaba al corriente de los carteles que difamaban a los hermanos Maragall, mezclando la enfermedad de Alzheimer que padece el expresident de la Generalitat Pasqual Maragall y que fueron coordinados desde la sede de Esquerra, en la calle Calàbria. Él lo niega rotundamente y quien aparece públicamente como el responsable de los carteles hasta el momento y así ha sido señalado, Tolo Moya, responsable de comunicación del partido, se ha defendido de las acusaciones y ha manifestado que será en la comisión ética del partido, en la que comparecerá el lunes, donde cuenta "poder demostrar quién es el ideólogo de todo este grupo, de cómo funcionaba y de hasta dónde llegaba el conocimiento de todo eso". También que no se quiere centrar solo en el caso de los carteles de los hermanos Maragall, "porque eso va de quién montó la trama y de cómo se actúa cuando se enteran". 

No estamos ante un tema personal o una salida de tono del dimisionario, sino de una agria confrontación por el control de la organización

Oriol Junqueras guarda silencio en público, no así en privado, donde sigue conversando cada día con decenas y decenas de militantes del partido y viajando por el territorio desde que el pasado 10 de junio abandonó el cargo para volver en el congreso del 30 de noviembre a la presidencia de ERC. De hecho, sus únicas declaraciones desde aquella fecha han sido siempre breves y ha optado hasta ahora por alejarse de los focos mediáticos. En cualquier caso, su intención sigue siendo encabezar una candidatura que suponga una profunda renovación del equipo que ha dirigido la estructura del partido estos años.

Un último apunte, si se quiere, de archivo periodístico personal. He señalado, al principio, que la política catalana tampoco tiene tantos precedentes de una acusación tan frontal como la de Sabrià. La única que me viene a la memoria es la del congreso de Convergència Democràtica de 1992 en plena batalla entre Jordi Pujol y Miquel Roca. Un hombre de máxima confianza del segundo, que era diputado en Madrid y responsable de la organización en las comarcas de Girona, Josep Maria Trias de Bes, disparó contra el entonces president señalando que el entorno de Roca era profesional, no personal o familiar, y que quería creer que "un líder de la altura de Pujol" no se dejaba influir "por un entorno personal por más próximo que sea", en una referencia que todo el mundo entendió contra su hijo mayor. Para rematar, que "un partido no puede limitarse a gobernar únicamente en su ínsula Barataria", que es uno de los lugares imaginarios que aparecen en el libro de Miguel de Cervantes Don Quijote de la Mancha.

Decía el político e historiador francés Alexis de Tocqueville que "hay que acostumbrarse a vivir con los enemigos, ya que no a todos podemos hacerles nuestros amigos". En política, lo cierto es que acaba siendo una máxima bastante, bastante, acertada.