Con el recurso fácil de reivindicar su participación en la aprobación del 155, la posterior suspensión del Govern y el control de las instituciones de autogobierno, el presidente del Gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos, Pedro Sánchez, concluye la vuelta completa de 360 grados para volver allí donde estaba en el otoño de 2017. Y no lo ha hecho en cualquier sitio, ni tampoco al azar: en Sevilla, en el arranque de su gira por toda la geografía con la que pretende recortar la distancia que le lleva el Partido Popular en España, tanto en las elecciones municipales del próximo mes de mayo como en los posteriores españolas, que aunque no tienen fecha se han de celebrar a más tardar a finales de 2022 o en enero de 2023.
Si no fuera porque el presidente del Gobierno ha perdido buena parte de su crédito, su estrategia para solaparse con el PP de Alberto Núñez Feijóo podría darle algún rédito. Lo que sucede es que desde octubre de 2017 le hemos visto hacer todos los papeles del auca: avalar a Rajoy para suspender la autonomía de Catalunya (octubre de 2017), realizar una moción de censura con los independentistas para desplazar a Rajoy de la Moncloa (junio de 2018), incumplir los acuerdos con sus socios territoriales forzando un avance electoral (abril de 2019), comprometerse a una mesa de diálogo con Catalunya para lograr su segunda investidura (enero de 2020), colocar en el dique seco la mesa de diálogo sin ningún avance en las reivindicaciones independentistas, amnistía y referéndum acordado, que ni se han abordado (2020, 2021 y 2022) y, finalmente, ponerse ahora, de nuevo, las medallas del 155.
No se va a quedar aquí, Sánchez. En esta gira que lleva por título El gobierno de la gente le oiremos decir un día una cosa y al siguiente la contraria. Igual que en Andalucía destaca con orgullo su papel en el 155 y su alineamiento con Rajoy "por amor a España", en Catalunya o el País Vasco le escucharemos decir otra cosa. Votos son votos, debe pensar. Mucho más, viendo las últimas encuestas de este fin de semana que dejan al PSOE muy lejos del Partido Popular, que parece cabalgar sin un adversario enfrente que le dispute la victoria y con posibilidades de alcanzar la mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados con los escaños de Vox.
Son muy significativos los pitos que ha recibido en Sevilla, hasta hace cuatro días feudo inexpugnable del PSOE e importante granero electoral. Ni el hecho de ir materialmente blindado, en una cápsula de seguridad con simpatizantes socialistas durante un paseo por la capital andaluza, evitó una situación desagradable. Es cierto que Moreno Bonilla le ha dado la vuelta a aquella Andalucía que parecía que solo podía votar a un partido, pero de eso a que sea una plaza incómoda hay un abismo. La situación económica que ya está a la vuelta de la esquina va a ser una muy dura prueba de fuego para un Gobierno que da signos de agotamiento y de final de etapa.