Catalunya celebra este domingo, un año más, la Diada Nacional de Catalunya, una jornada de clara reivindicación en defensa de las libertades del país. Fue una de las primeras decisiones del primer Parlament, en 1980, la proclamación del 11 de Setembre como fiesta nacional y desde aquella fecha no ha perdido su significado. Pero no fue hasta el año 2012 que la Diada incorporó a los diferentes actos de la jornada una manifestación masiva, unitaria y lógicamente reivindicativa para expresar en la calle las ansias de libertad de un pueblo agotado de ser maltratado fiscalmente, cansado de reclamar una mayor autonomía, extenuado de comprobar como un estado hostil le hacía perder numerosas oportunidades de crecimiento y fatigado de ver como se desnacionalizaba día sí y día también el país.

No fue nada extraño, por tanto, que todo ese malestar se transformara en una acción ilusionante en favor de la independencia de Catalunya. Era el mejor camino para revertir una situación, que aún dura hoy, y que no es soportable. Los partidos quedaron desbordados por la calle y el papel de las entidades soberanistas y se subieron al carro como pudieron, aunque en el fondo no dominaban absolutamente las riendas, ya que nunca pudieron hacer lo que inicialmente pensaban hacer y tuvieron que ir improvisando un guión que no estaba escrito y en el que la gente tuvo buena parte del mérito, o si se quiere decir de otra manera fue, en buena medida, responsable del impulso de los hechos que se iban produciendo.

Era necesario este preámbulo porque a grandes trazos las cosas a veces se ven de una manera y otorgan el protagonismo de una manera imprecisa a quien no le corresponde del todo, y en las diferentes manifestaciones de la Diada que se han celebrado desde 2012 los partidos siempre han estado en la cola aunque se pusieran una parte de las medallas. Siempre ha sido la gente, la sociedad movilizada, la que ha dado un ejemplo impagable con su asistencia permanente, elevando el listón de las expectativas, hasta convertirse en unas manifestaciones que han asombrado al mundo en defensa de la independencia de Catalunya.

Este domingo, es de sobras conocido, que la división independentista ha desembocado en la ausencia de Esquerra Republicana de la manifestación de la tarde, el acto central de la Diada. La formación política de Junqueras y Aragonès se ha sentido interpelada por la ANC en su crítica al Govern y a los partidos y ha reaccionado con virulencia mientras sus socios del Govern, Junts per Catalunya, se han puesto de perfil, igual que la CUP. Las divisiones nunca son buenas y lógicamente mermará la asistencia a la manifestación. Sin duda, había otras maneras de que Esquerra expresara su malestar y se hubiera podido salvar la convocatoria unitaria a la manifestación.

Sea como sea, es perfectamente combinable la exigencia a los partidos independentistas con expresar una vez más y, tantas veces como haga falta, las ansias de independencia y de libertad de los catalanes. Llenar las calles para denunciar a un estado que reprime, espía, maltrata, humilla y expolia a los catalanes un año tras otro. Porque solo la independencia garantiza de verdad un salto en la calidad de vida de los catalanes.