El documento sobre el acuerdo marco para el diálogo y la negociación impulsado por el titular del Ministerio de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática, Félix Bolaños, y la consellera de la Presidència, Laura Vilagrà, es políticamente hablando tan pobre, genérico e inútil que cuesta saber el objetivo final de sus impulsores. A lo largo de algo menos de dos folios se escriben tantos tópicos, generalidades y vaguedades varias que uno acaba perdiéndose. Alguien se ha olvidado que el objetivo inicial de la mesa de diálogo para el independentismo era la amnistía de los presos y exiliados políticos, acordar el referéndum de independencia de Catalunya y acabar con la represión policial y judicial que padecen algunos miles de catalanes. En cambio, en el documento se habla en genérico de un conflicto político, que no se dice cuál es y que cada uno lo interprete como quiera; de superar la judicialización —que no es lo mismo que la desjudicialización— garantizando la seguridad jurídica; o de trabajar y aprobar medidas concretas que representen un avance tangible en las negociaciones y que, al mismo tiempo, aumenten la confianza mutua necesaria para continuar avanzando.
Así, un sinfín de promesas y de buena voluntad después de la incapacidad manifiesta por parte del Estado español de poner encima de la mesa una propuesta atractiva y que esté en condiciones de confrontarse con la independentista. Claro que sí, como dijo el ministro Bolaños, después del encuentro en el Palau de la Generalitat, la agenda para el reencuentro es la base de la negociación y el acuerdo y las inversiones en Catalunya van bien y al ritmo adecuado, cualquier cosa es posible aunque no tenga nada que ver con la realidad. ¿Quién no firmaría lo siguiente?: "Punto 7 de la metodología del proceso de diálogo y negociación. Los dos gobiernos reconocen la necesidad de generar un clima de respeto absoluto a las posiciones y propuesta que plantee cada parte, a partir de posiciones políticas alejadas, y sobre la base de medidas concretas, restablecer y garantizar la confianza y la seguridad suficientes para la buena marcha de la Mesa".
Se echa de menos también una referencia concreta al CatalanGate, sobre todo teniendo en cuenta que las relaciones entre ambos gobiernos están congeladas a raíz del caso de espionaje masivo al independentismo catalán por parte del Estado español, en algunos casos oficialmente vía CNI y autorización de un juez del Tribunal Supremo, y en otros a través de las cloacas del Estado. El CatalanGate no sale citado en los dos folios de referencia, y eso que fue motivo de suspensión de las relaciones oficiales entre el gobierno español y el catalán. Como tampoco se habla de represión, mientras esta sigue a diario y no dejamos de leer noticias al respecto. La importancia del CatalanGate y lo que supone —no como un acto de desconfianza, como todos superable, sino como un acto impúdico de violación de la intimidad— sitúa al gobierno español en un punto no muy alejado de Villarejo o de Alicia Sánchez Camacho. Cierto que hoy aún no hemos leído u oído el material espiado pero, sin duda, allí está para cuando haga falta y un día u otro se conocerá.
El president de la Generalitat, Pere Aragonès, irá el próximo viernes a la Moncloa a entrevistarse con Pedro Sánchez, según acordaron Bolaños y Vilagrà. Hará bien en reunirse el presidente del gobierno español. Aragonès tiene, entre otras funciones, la obligación de hacerlo para defender los intereses de los catalanes. Los que le critican por ello no tienen razón o sus motivos son partidistas. Pero debe ir sabiendo que los resultados deben ser tangibles y no debería quedar atrapado en ese magnífico envoltorio que es el palacio de la Moncloa. Un auténtico atrapavoluntades si no sabes aprovechar la ventaja que tienes a la hora de negociar, ya que los votos de ERC en Madrid son indispensables para Sánchez. Decía Winston Churchill que aunque la estrategia sea hermosa, ocasionalmente deberíamos ver los resultados. Y eso es lo que necesita Pere Aragonès.