Se cumple este lunes un año desde que Juan Carlos I decidió exiliarse y abandonar precipitadamente España por Galicia, y sin aviso previo alguno, en medio de numerosos escándalos económicos. Doce meses de silencios, mentiras, opacidades y protección de todo tipo del gobierno del PSOE y de Podemos y, como no, la ayuda inestimable del trifachito de derechas, PP, Vox y Ciudadanos. Salvar el régimen del 78 y proteger la corrupción borbónica han formado parte de un mismo pack y para ello se han vulnerado derechos, se ha ocultado información a la opinión pública, se han negado comisiones de investigación parlamentarias en casi una decena de ocasiones y se han gastado varios millones de dinero público en el confort y la protección del ex jefe del Estado.
Todo eso ha sucedido en medio de la oscuridad del Estado español ya que La Moncloa se ha resistido a dar información relevante y a explicar las razones que la llevaron a facilitar hace un año la huida del emérito. Quizás es que no son necesarias las explicaciones ya que la evidencia de una corrupción sistémica durante varias décadas ha sido tan evidente que o se intentaba proteger a cal y canto la fuga de información o la monarquía entraría en un irreversible camino de desaparición.
Ha sido sin duda más cómodo convivir con relatos mucho más confortables en los que regularmente se especulaba con su retorno, se relataba su soledad en Abu Dabi, se explicaban sus largas temporadas en la isla de Zaya Nurai, un enclave exclusivo del golfo Pérsico o algún periodista amigo de su época dorada explicaba que cuando se aburría viajaba a las islas Seychelles. Una auténtica cárcel de lujo para impedir que el daño que ya ha causado a la monarquía fuera mayor si se plantaba cualquier día en el palacio de la Zarzuela. Porque en casos de corrupción también hay distinciones y así al emérito se le protege y se le mantienen las prebendas de su rango para que no hable, mientras al president Jordi Pujol se le retira todo.
Veremos si el exilio, una de las constantes de los borbones, hace el pleno con Juan Carlos I ya que nació en Roma y ahora anda por los Emiratos Árabes. También veremos si la justicia helvética se abre paso en su investigación sobre si Arabia Saudí le abonó una comisión por las obras del AVE a la Meca de 65 millones de euros. O cómo se resuelven algunas de las comisiones más próximas, como la venta del Banco Zaragozano, que, según Público, le habría reportado unos beneficios de 52 millones de euros. Y así podríamos seguir, por no hablar de las regularizaciones con Hacienda o de las denuncias que le ha presentado Corinna.
En un año, el emérito ha pasado de ser un jarrón chino a ser un engorro. Y España ha tratado de alejar su imagen lo máximo posible de su hijo, tratando de colocar un cortafuegos que proteja a Felipe VI, algo que ha logrado tan solo a medias. La monarquía es hoy una institución sin futuro, alejada de la ciudadanía y con una pobre valoración de una manera muy mayoritaria en Catalunya, donde solo la legalidad española mantiene una mínima atención a la jefatura del Estado.