La negativa de la Comissió de Govern del Ayuntamiento de Barcelona al proyecto del Hermitage propuesto desde el Port no hace sino sumarse a una negativa continuada durante los últimos cinco años a que la capital catalana cuente con un centro cultural de referencia internacional. Por razones que cuestan de entender, la alcaldesa Ada Colau ha hecho de esta iniciativa una batalla de primer orden desde que llegó a la alcaldía en 2015. Los que pensaban que eso cambiaría con el PSC en el equipo de gobierno se han dado de bruces ya que los socialistas se han limitado a ponerse de perfil con una cómoda abstención que permite a los comunes mantener su discurso y a ellos discrepar, pero poquito.
En los últimos años, ha habido todo tipo de proyectos por parte del Hermitage -que, por cierto, no está de más recordar que otras ciudades como Madrid lo quieren- y el 'no' siempre ha sido la respuesta que se les ha dado. Después, si los promotores acaban cansándose, vendrán las lágrimas o, por el contrario, se buscarán mil excusas para no aparecer ellos como responsables. Que desde el equipo de gobierno se pongan una y otra vez obstáculos a todo lo que pueda mejorar que Barcelona sea un punto de referencia en todos los ámbitos no deja de ser un autogol por mucha ideología que haya detrás de la decisión.
Los responsables del proyecto del museo, como en ocasiones anteriores en que han recibido una negativa, han señalado que no van a dar su brazo a torcer, lo cual es de agradecer si se evita que hagan las maletas, y han señalado que continuarán trabajando con el Port y el Liceu para presentar una nueva propuesta al Ayuntamiento en colaboración con las dos entidades de la capital catalana.
Hace unos días, el trotamundos Manuel Valls, de regreso a París, se vio envuelto en una polémica nada menor y que desvelaba como el PSC le había "convencido" para que apoyara la reelección de Colau. Jaume Collboni detalló que había pactado con Valls la investidura de Colau a cambio de que esta aparcara el apoyo que había dado en el pasado al procés. Todo a cambio de que el ganador de los comicios, Ernest Maragall, no alcanzara la alcaldía. Aunque Colau ha dicho que no sabía nada es evidente que lo sabía todo y solo hace falta ver el recorrido de su segundo mandato.
Barcelona se puede defender de muchas maneras, ciertamente. Pero es difícil entender que una de ellas sea estando en contra de todas las iniciativas que surgen para sacarla de la decadencia a la que inexorablemente parece encaminarse.