Como la política española está como está y la catalana también se encuentra a la espera de alianzas que no verán la luz hasta después del 9 de junio, la campaña de las europeas transcurre entre el aburrimiento, la fatiga y la ausencia de propuestas. Ya suele ser más o menos así en todos los comicios al Parlamento Europeo que se han celebrado en España. Los últimos, en 2019, reflejaron un tramposo 60,73% de participación, pero fue porque se juntaron con las municipales y elevó sustancialmente el porcentaje, como ya había sucedido en 1987 y 1999. Además, en Catalunya, la participación subió hasta el 64,23% —casi cuatro puntos más que en el resto del Estado— debido, en parte, a la situación política de 2019 y al hecho de que el candidato de Junts fuera Carles Puigdemont, en el exilio desde 2017.

Fuera de este año, durante este siglo, España se ha movido siempre en una participación de unos puntos más del 40%, muy por debajo de países como Bélgica, que se mueve alrededor del 90%; o Luxemburgo y Malta, que están sobre el 80%. En una zona intermedia estaría Italia, por encima del 50%, y Francia y Alemania estarían en unos porcentajes parecidos a los del España. ¿Qué sucederá el próximo domingo? Todo apunta a que la participación quedará bastante por debajo de la mitad del censo, y no hay indicios de que, a diferencia de hace cuatro años, los catalanes acudan a las urnas en un porcentaje superior.

En parte, porque la campaña europea tiene una fuerte pulsión española entre PP y PSOE para conocer si los populares son capaces de alzarse con la victoria o es un triunfo tan pírrico que el ganador en realidad acaba siendo Pedro Sánchez. Las encuestas coinciden en una victoria de los de Núñez Feijóo, pero por unos pocos puntos, lejos de los siete que pronosticaban hace unos meses. De este resultado puede depender la repetición de las elecciones catalanas por falta de acuerdo para investir a un president y la convocatoria de unas nuevas españolas, quién sabe si, incluso, coincidiendo en el día. 

Del resultado de las elecciones europeas puede depender la repetición de las catalanas y la convocatoria de unas nuevas españolas

Las negociaciones entre los partidos catalanes son tan discretas que cuesta saber incluso si avanzan, más allá de lo que los interesados tratan de propagar. Afecta también a la composición de la Mesa del Parlament, que incluso se ha pasado al día 10, el siguiente de las europeas, para mantener en secreto las alianzas que se puedan producir. También parece haber saltado a después de las europeas la publicación en el BOE de la ley de amnistía, en una treta del gobierno socialista para evitar que, una vez aprobada en el Congreso, el Tribunal Supremo empiece por la vía de los hechos su oposición a la ley. El PSOE sabe que eso pasará, pero si es tras las elecciones, mucho mejor.

En este contexto de españolización de la campaña, Junts y Esquerra no tienen las mejores cartas. Si Junts obtuvo tres escaños y Esquerra dos, ahora las encuestas se acercan más a que ambos pueden quedarse con uno que a cualquier otra cosa. El partido de Oriol Junqueras, dentro de la candidatura Ahora Repúblicas, con Bildu y BNG, tiene al meteorólogo Tomás Molina en cuarta posición y lucha por situarlo. Lo mismo Junts, con Neus Torbisco en segunda posición detrás del candidato Toni Comín. Una lista, la de Junts, quizás la menos postconvergente posible, que ya veremos cómo recibe su electorado.