Este fin de semana hemos asistido a dos acontecimientos que ponen una vez más de manifiesto que los errores tienen consecuencias y se pagan caros. En el caso de la caída y exilio del presidente de Siria, Bashar al-Asad, hay que ir hasta el 7 de octubre de 2023, cuando 101 personas murieron cuando hombres armados de Hamás y otros grupos arrasaron las calles de Be'eri, quemaron cientos de casas y dispararon indiscriminadamente contra la población, llevándose una treintena de rehenes a Gaza. Aquella masacre y la respuesta israelí que ha reconfigurado los equilibrios en aquella zona de Oriente Medio son el origen de la caída de Al-Asad, que este domingo por la tarde llegó a Moscú junto a su familia después de abandonar el país.

La revuelta de doce días en Siria ha acabado con 54 años de dictadura y tiranía a manos de la familia Al-Asad. Hafed-al-Asad llegó al poder en 1970 a través de un golpe de Estado incruento. Bajo su liderazgo, Siria participó en la guerra del Yom Kipur, junto a Egipto, en 1973, invadiendo Israel en el día más sagrado del calendario judío, con el objetivo de recuperar los Altos del Golán. Su estrecha alianza con Rusia también muestra la pérdida de influencia de Putin en la zona y los problemas de Irán para mantener una posición de influencia relevante en la zona. Israel ha desarbolado a Hamás en Gaza, a Hizbulá en el Líbano y también a Irán. La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca en febrero reforzará la posición del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. Putin bastante trabajo tiene para contener a Volodímir Zelenski, el presidente de Ucrania, que hasta ahora ha contado con el apoyo de Occidente, y veremos qué sucede tras la marcha de Joe Biden.

La masacre de Hamás del 7 de octubre y la respuesta israelí que ha reconfigurado los equilibrios en aquella zona de Oriente Medio son el origen de la caída de Al-Asad

El segundo hecho que nos devuelve inexorablemente al pasado tiene que ver con Trump y su visita a París para la reapertura de la catedral de Notre-Dame. El gesto dominante de Trump en el apretón de manos con Macron —el primero triunfante y el segundo KO por los problemas internos en Francia— tienen poco que ver con otra escena de 2017 que hemos visto profusamente estas últimas horas. El presidente electo ha venido a Europa a leernos la cartilla, como el que visita a un grupo de adolescentes que le hacen la vida imposible. En una entrevista a la cadena NBC News, que casualmente ha sido emitida en su visita a París, ha asegurado que Estados Unidos abandonará la OTAN si los países aliados no incrementan su contribución económica a la Alianza.

No solo eso, Trump ha añadido que, aparte de una contribución económica mucho más alta por parte de los europeos, espera ser tratado de una manera justa. O sea, diferente a como fue tratado en su primer mandato, entre 2016 y 2020, cuando sus problemas con los dirigentes europeos fueron enormes. Según Trump, la OTAN se aprovecha de EE. UU. y las naciones europeas no compran nuestros coches, nuestra comida, "no compran nada". La OTAN se comprometió en 2014 a que sus miembros gasten, al menos, el 2% en defensa, y el presidente electo ya ha dicho que el porcentaje ideal debería ser del 4%. España es el país que menos recursos destina a defensa de los 32 aliados de la OTAN, ya que solo gasta el 1,28% de su producto interior bruto. Una veintena de países superan el 2%, con Polonia (4,12%) y Estonia (3,43%) a la cabeza.

Tiempos difíciles para España, mucho más para Catalunya, donde hablar de temas de defensa e inversiones económicas ha sido siempre la avanzadilla de problemas internos de calado.