Han explicado los periodistas que acudieron el pasado jueves a la copa de Navidad de Pedro Sánchez en el palacio de la Moncloa la rotundidad con la que el gobierno español se expresó respecto a una nueva reunión de la mesa de diálogo entre los gobiernos de España y de Catalunya. Se ha puesto entre comillas la siguiente frase: "El diálogo ya se ha consumado", atribuida a fuentes del entorno de Sánchez, que es la fórmula que se suele atribuir eufemísticamente cuando no se quieren dar mayores detalles del declarante. La noticia, que ha sido poco destacada por coincidir con el día de la lotería de Navidad y la aprobación definitiva en el Senado de la modificación del Código Penal que suprime el delito de sedición, modifica el de malversación y hace emerger el de delitos públicos agravados, no deja de ser un incumplimiento, uno más, del pomposo acuerdo alcanzado el pasado mes de julio.
Habrá, sin duda, una nueva cita antes de fin de año, se dijo antes de las vacaciones con la solemnidad con que se quieren resaltar estas cosas. Y la reunión, que nunca ha estado agendada, que nadie se engañe, ha desaparecido sin pena ni gloria entre la actividad informativa. Sánchez estaba muy interesado en verano en dar algo de correa a la mesa de diálogo, pero mucho menos ahora en que la modificación del Código Penal le ha dejado secuelas en las encuestas realizadas estos días. Pero volvamos a la frase: "El diálogo ya se ha consumado". Debe ser lo más cercano a una tomadura de pelo, ya que lo que es seguro es que si ha habido diálogo ha sido poco fructífero. En cualquier caso, lejos del objetivo de la mesa, que no era otro que acordar un referéndum de independencia y lograr una amnistía para los más de 4.000 represaliados.
Aquella copa madrileña del jueves ha tenido su réplica este viernes en el palau de la Generalitat y así hemos podido leer la versión de los interlocutores de la parte catalana. El Govern mantiene la exigencia de reunir la mesa entre los dos gobiernos e intenta salir a blocar el zigzagueo huidizo de la Moncloa. Sostienen que la cumbre se celebrará y se remiten a situaciones anteriores en que el gobierno de Pedro Sánchez ha acabado cediendo y convocándola. En todo caso, sostienen que los 13 diputados de ERC en el Congreso sirven para esto, para presionar y obligar a la Moncloa a sentarse a hablar. No será, en cualquier caso, antes de final de año, como era el compromiso de los socialistas. Y con las municipales a la vuelta de la esquina, todo hacer pensar que no habrá una buena fecha para reunirse. Y después vendrán las españolas —hacia final de año— y veremos si entre municipales y españolas no se convocan las elecciones catalanas aunque, hoy por hoy, Pere Aragonès huya de ese escenario como gato escaldado.
Con todas las cartas boca arriba y aun confiando poco o más bien nada en la mesa de diálogo hará bien el Ejecutivo catalán en exigir su celebración. Porque aquí, en contra de lo que dice Sánchez, no se ha consumado nada. No ha habido nunca un compromiso serio para abordar el conflicto catalán que explosionó en octubre de 2017 con el referéndum y la declaración de independencia. Tan solo ha habido unas enormes ganas de dar a los catalanes una enorme cambiada, instalar el relato de que el procés ya no formaba parte de la agenda política y remar hacia la doctrina oficial de la Moncloa, que no es otra que la agenda del reencuentro. Eso, mientras no hay semana que, como una gota malaya, hay una citación judicial a algún independentista por los hechos sucedidos hace ya cinco años.