Nicola Sturgeon, la primera ministra de Escocia, ganadora de las elecciones del pasado mes de mayo, acercándose al 48% de los votos y a un escaño de la mayoría absoluta, ha firmado un acuerdo de gobernabilidad con los Verdes que le da una holgada mayoría absoluta y le permite seguir adelante en su compromiso electoral de un nuevo referéndum sobre la independencia. El acuerdo establece que se celebrará durante la legislatura recién iniciada, preferentemente antes de que finalice el 2023.
Si el Gobierno británico lo autoriza en estas fechas, habrán pasado nueve años del celebrado en septiembre de 2014 y que perdió el Scottish National Party (SNP) por una diferencia de más de diez puntos, después de una hábil aunque arriesgada jugada del primer ministro británico David Cameron, que le comportó numerosos problemas en su familia política, la conservadora. Ha transcurrido casi una década, el SNP ha cambiado de líder e incluso el premier escocés de aquel referéndum, Alex Salmond, se ha escindido del partido. El tiquet Cameron-Salmond ha dado paso al de Boris Johnson y Nicola Sturgeon, dos liderazgos de un fuerte carácter.
Aunque Londres ha ido modulando su oposición al referéndum escocés y algún ministro del gabinete de Johnson incluso ha entreabierto mínimamente alguna puerta, a Sturgeon no le va a ser fácil doblar la voluntad del 10 de Downing Street. Tiene a su favor cartas importantes la primera ministra escocesa: los antecedentes, el tiempo transcurrido con mayorías siempre independentistas en el Parlamento de Edimburgo y el carácter profundamente democrático del Reino Unido, un intangible siempre necesario en este tipo de procesos electorales.
El referéndum escocés, de celebrarse, y hay que apostar y desear que así sea, puede acabar teniendo unas consecuencias importantes para Catalunya. Cierto que Madrid no es Londres, como lamentablemente se ha podido ver desde 2017, con la imparable persecución policial y judicial del independentismo catalán y la represión que han sufrido sus líderes. Pero un movimiento en el tablero político internacional como ese pondría la ficha catalana de nuevo en una magnífica posición e incomodaría enormemente a Madrid.
En 2023 se podrá saber, si no se extingue antes por inacción, si hay resultados de la mesa de negociación con el Gobierno de Pedro Sánchez y a la que el Govern lleva la triple propuesta de amnistía, referéndum y autodeterminación. El calendario catalán puede quedar también ajustado al final de 2023 si acaba habiendo una estrategia conjunta de los partidos independentistas que lleve a alguna parte.