En uno de los viajes a Moscú en que acompañé al president Jordi Pujol como periodista, su entonces jefe de prensa, Ramon Pedrós, fallecido prematuramente a la edad de 74 años y casado con la que fue esquiadora rusa Luba Ivanovna Shatarskaya y persona de una gran cultura, explicó el siguiente proverbio ruso: "En la charca de las mentiras, los peces acaban por morir". Aunque no tiene una explicación precisa, recuerdo que Pedrós a la hora de concretar el significado del dicho, explicó que en el mundo de la Unión Soviética no se sobrevivía a la mentira, ya que de una u otra manera el KGB, el Comité para la Seguridad del Estado, que funcionó entre 1954 y 1991, acababa sabiéndolo todo. Parece mentira que un espacio nada alejado de esta izquierda, al menos en el plano del conocimiento intelectual de lo que allí sucedía, como Sumar, haya pensado que podría salir a flote del fondo del lago en el que se encuentra desde que estalló el escándalo sobre Íñigo Errejón.
Es obvio que las ondas expansivas iban a afectar directamente a su línea de flotación e iban a provocar un boquete de dimensiones colosales. Las noticias que se han ido sabiendo, a cuál peor para Sumar, han dejado perfectamente al descubierto que conocían los hechos, miraron hacia otro lado, y no hicieron nada para detener la sangría de casos que se podían llegar a producir con un depredador sexual como Errejón campando a sus anchas. Con cada noticia que se ha ido conociendo desde que el escándalo se hiciera público el pasado jueves, Sumar ha ido entrando un poco más en la ciénaga y sus explicaciones han dejado de ser creíbles. La última, de este lunes, de la vicepresidenta Yolanda Díaz, pidiendo disculpas y reconociendo, finalmente, que sí que conocía la denuncia por agresión sexual contra Errejón de 2023 durante un concierto en Castellón, no deja de ser una prueba más de la frivolidad con la que se han comportado precisamente ellos, que vinieron a hacer bandera de la causa feminista.
Yolanda Díaz tiene que dimitir después de haber promocionado a Errejón como portavoz en el Congreso
Pasarle el muerto a Más Madrid es una manera de querer lavarse las manos y buscar que el foco de atención se desvíe en otra dirección. Yolanda Díaz no solo no hizo ningún caso, sino que promocionó a Errejón como portavoz del grupo parlamentario en el Congreso. Es un error político grave, en el que solo cabe la renuncia de quien adoptó la decisión y que ha acabado siendo cómplice de la protección dada a Errejón. En política los errores se pagan y la exigencia de responsabilidades que muchas veces ha pedido con acierto a sus adversarios políticos se las tiene que aplicar a ella misma. No hay catarsis real sin dimisión y eso lo sabe cualquiera. Es muy probable que no se quiera ver así, que se adopte aquella estrategia aparentemente tan fácil como esperar que el temporal amaine y que ya pasará. En este caso no pasará, ya que la herida es muy profunda y afecta a lo más importante que tiene, en este caso, una formación política de izquierdas, como es la integridad, la defensa de unos valores y la honradez. Los tres han quedado muy tocados y eso no se soluciona con medidas cosméticas, como han intentado hasta la fecha.
Más allá del problemón que tiene Sumar y por extensión Pedro Sánchez —ya que a los múltiples problemas judiciales que tiene se viene a añadir la caída a los infiernos de su socio de coalición—, está el rápido y hábil movimiento protagonizado por Podemos. Si la venganza es un plato que se sirve frío, Pablo Iglesias y el entorno de la formación morada están arreglando cuentas de manera rápida con Yolanda Díaz y su equipo de dirección. No han esperado ni un minuto a derivar las responsabilidades a Sumar, pedir explicaciones y posicionarse como la izquierda de verdad, no solo de boquilla. Iglesias ha olido sangre y no va a dejar que se le escape viva. Simultáneamente, ha empezado a enseñar sus dientes a Sánchez en la negociación de los presupuestos generales del Estado. A buen seguro, Podemos ha leído que unas elecciones le servirían para acabar definitivamente con Sumar y quedar de nuevo como la única formación a la izquierda del PSOE. Si Iglesias acaba jugando esta carta y activando su presión a Sánchez, cada vez le costará más al PSOE que le salgan los números.