Desde el mismo momento en que se confirmaron los resultados electorales de las recientes municipales, en la noche del pasado domingo, se empezaron a escuchar voces dentro del independentismo que abogaban por una cierta recomposición de la unidad después del revés sufrido, mucho más grave en el caso de Esquerra Republicana. La convocatoria exprés de las elecciones españolas en la misma mañana del lunes por Pedro Sánchez, sin tiempo suficiente ni para analizar los resultados, ha hecho que durante unos días el deporte principal de las cúpulas de ERC y Junts haya sido hablar de unidad, eso sí, con una desgana sideral.
Empecemos por Esquerra. Su posición es la de no alcanzar acuerdo alguno en lo que respecta a listas electorales —ni hablar del Congreso de los Diputados, e incluso la opción del Senado se ha ido cerrando—, limitarse a acuerdos estratégicos, que no se sabe exactamente qué quiere decir, y generar un nuevo marco de confianza. Con diferentes tonalidades, pero desde Oriol Junqueras —el más contundente a la hora de rebajar las expectativas— a Pere Aragonès —el aparentemente más conciliador— pasando por Marta Rovira —que incluso se ha reunido con el secretario general de Junts, Jordi Turull, en Ginebra— parece bastante evidente que la piscina de un acuerdo reseñable está absolutamente vacía.
En el caso de Junts, que propusieron la lista conjunta al Congreso, la manera como fue formulada trasladó a la opinión pública la impresión de que querían coger a contrapié a Esquerra, muy centrada en su duelo por los resultados del domingo. El hecho de que ERC y Junts hablen de Barcelona como un ejemplo de que algo está cambiando entre los dos partidos independentistas carece de importancia alguna, ya que el volante de las negociaciones en la capital catalana depende exclusivamente de Xavier Trias, y alcancen o no un acuerdo será para poner de nuevo en marcha el ayuntamiento después de los dos mandatos de Ada Colau. Además, con el objetivo de sumar, si se puede, al PSC. Por tanto, todo muy lejos de una lógica independentista como a veces se pretende hacer creer para debilitar a Trias.
Están, por tanto, ERC y Junts en una posición más parecida a la del ratón y el gato que a cualquier otra cosa. Pero lo que ambos no evalúan es que en una situación electoral tan bipolarizada en España como la que se producirá el próximo 23 de julio, en la que estarán en juego 48 diputados —32 en Barcelona, 6 en Girona y Tarragona y 4 en Lleida— será muy difícil que puedan repetir los 21 que lograron en 2019, a los que habría que sumar los 2 de la CUP. Cuando el PP ha tenido opciones reales de gobierno, se ha ido arriba en Catalunya y así en el año 2000 (Aznar) alcanzó 12 escaños y en el 2011 (Rajoy) otros 11.
También pueden irse olvidando de los 13 senadores logrados en 2019 —11 de ERC y 2 de Junts— de los 16 que se escogieron —PSC tuvo 3—. Lo más normal es que si van por separado se muevan entre ERC y Junts, sumados ambos, entre 5 y 9 senadores, si no aplicamos un castigo aún mayor en el que podrían incluso bajar a 3 senadores si tuvieran fugas a derecha e izquierda. Los números están más que claros y se trata, tan solo, de sacar la cabeza en mejores condiciones, que en política no es poco. El 23 de julio que nadie se llame a engaño.