El tratadista austríaco Peter Drucker, considerado el mayor filósofo de la administración del siglo XX, decía que debemos escuchar lo que se dice, pero aún más importante en una negociación es escuchar todo aquello que no se dice. En la difícil, compleja y llena de aristas negociación que mantienen los socialistas con el independentismo catalán, muy especialmente con Junts per Catalunya, la coyuntura política, o mejor dicho, la electoral, ha dejado un terreno de juego embarrado y de difícil pronóstico. Por más que muchos repitan de manera coral e interesada que el acuerdo ya está cerrado y que incluso filtren fechas sobre la investidura de Pedro Sánchez, y otros, por el contrario, lo den por descartado y vaticinen una repetición electoral. Hay nervios en Madrid porque no se sabe con precisión las cesiones que está haciendo el presidente en funciones y también los hay en Catalunya, donde Junts juega una partida y Esquerra juega otra. Lo dijimos desde el principio: no hay una estrategia de negociación conjunta entre las dos formaciones independentistas catalanas y se miran de reojo.
Y como es poco discutible que Junts tiene, al menos aparentemente, mejores cartas que Esquerra en la negociación con los socialistas, eso hace que, a juicio de muchos observadores, su posición acabe siendo subsidiaria de la que mantiene Sánchez con el president en el exilio Carles Puigdemont. Contra ello llevan, lógicamente, luchando los republicanos desde el 23 de julio y, a falta de un mes para que se agote el plazo legal para la investidura de Pedro Sánchez, han decidido hacer lo más parecido a un basta y pedir un sitio en la mesa, recordando que también cuentan con siete diputados en el Congreso, exactamente los mismos que Junts.
El mensaje de Oriol Junqueras desde Belfast, donde se ha entrevistado, entre otros, con Gerry Adams, ha sido que es imposible que haya un acuerdo si el gobierno español no hace nada por llegar. Horas más tarde, desde Barcelona, el partido daba un paso más cuestionando un hasta ahora desconocido redactado de la ley de amnistía, en cuya exposición de motivos el PSOE habría propuesto que constara que el referéndum del 1 de octubre de 2017 fue un delito. Si así fuera, obviamente, el independentismo no podría aceptarlo de ninguna manera, ya que iría en contra de sus propias declaraciones anteriores y presentes. Como que el diablo está en los detalles habrá que ver cómo queda el redactado y que no haya sorpresas, puesto que, como es bien sabido, en Madrid hay una legión de abogados del Estado que siempre estiran contando que la letra pequeña, al final, no la lee nadie. Ya se hizo en la concesión de los indultos y, por ejemplo, sutilmente, en la propuesta motivada que elevó el Ministerio de Justicia en el concedido a Junqueras en junio de 2021 se decía, en el apartado 39, que se valoraba "el comportamiento posdelictual del condenado" por el Tribunal Supremo.
Más allá de la amnistía, Esquerra tiene entre ceja y ceja el traspaso de Rodalies, en el que los socialistas se mueven con el freno de mano, ya que solo han ofrecido traspasar la titularidad de dos tramos, uno de Rodalies de Lleida, que ya gestiona Ferrocarrils, y un segundo tramo de vía entre El Papiol y Bellaterra. La carrera por el traspaso de Rodalies ERC la hace bastante en solitario, ya que los negociadores de Junts prefieren concentrar sus esfuerzos en otras carpetas y que sea el gobierno español el que arregle con inversiones que han de ser astronómicamente altas el desaguisado que es Rodalies actualmente. Es evidente que en la negociación se ha entrado en una zona de nervios ante el silencio de Pedro Sánchez, que mira de controlar al máximo todas las frases que dice para no cerrarse ninguna puerta, tampoco la de las elecciones el 14 de enero.
Otra cosa es que haya noticias que relativicen su silencio. Como su propuesta de celebrar una conferencia internacional de la paz para intentar encontrar una solución al conflicto de Oriente Medio, que, de realizarse, podría ser en España y quizás en Barcelona. Parece difícil que este tipo de iniciativas las proponga para que sea Feijóo quien las capitalice. Es una pista, claro.