"Vienen momentos duros y hay que tener un equipo de gente honesta, seria y dura para estos hijos de puta de los catalanes y para estos hijos de puta de los vascos. Los vascos se han acojonado, lo sé. A raíz de esto se han cagado". Esta frase del excomisario José Manuel Villarejo mientras despachaba con el secretario de Estado de Seguridad y número dos del Ministerio del Interior, Francisco Martínez, asuntos relacionados con la Operación Catalunya, tiene lugar el 29 de noviembre de 2012, a cuatro días de las elecciones catalanas en las que Convergència i Unió pasó de 62 diputados a 50 diputados en medio de una campaña de desinformación del diario El Mundo, que publicó informes policiales falsos sobre unas cuentas en Suiza controladas por Artur Mas. Villarejo le pide dinero para proseguir la campaña contra los independentistas y Martínez quiere ralentizar la operación. La manipulación orquestada desde el Ministerio de Interior había dado sus frutos y CiU había recibido un torpedo en su línea de flotación, haciendo vulnerable la coalición. Ahora se sabe que nada pasó por casualidad y el vuelco electoral fue una manipulación política en toda regla orquestada desde el gobierno español.
Que estemos oyendo a diario audios de Villarejo con diferentes personas, a veces miembros del Gobierno o del segundo nivel del ejecutivo de la época, otras veces con jueces y magistrados de las altas instancias judiciales, y también con periodistas de renombre conversando con el excomisario demuestra hasta qué punto una trama política, judicial y mediática desestabilizó Catalunya aquellos años. Cómo se había convertido todo en un enorme estercolero en el que el único objetivo era parar como fuera a los independentistas y si se tenía que hacer con pruebas falsas de corrupción se hacía y no pasaba nada. Que a estas alturas no se haya abierto ningún tipo de investigación por parte de la Fiscalía, ni que sea meramente informativa, para cubrir el expediente, ofrece una idea del pobre funcionamiento de las instituciones españolas.
No se puede volver atrás y los hechos que han pasado, por muchas veces que se diga que son enormemente graves, no se rebobinarán y volveremos a 2012. Al punto en que, como se escucha en los audios, Villarejo sentenciaba: "Este trabajo [el de la Operación Catalunya], algún día, alguien escribirá sobre ello porque hemos cambiado la historia de este país". Hoy sabemos que fue así y que la operación de Estado puesta en marcha alteró el mapa político de tal manera que los equilibrios existentes hasta aquella fecha saltaron por los aires y los nacionalistas perdieron la hegemonía política con la que habían contado desde 1980. Lo que las urnas no pudieron hacer, lo logró un gobierno mafioso con una policía corrupta hasta adulterar resultados electorales y destruir política y económicamente a personas que no pudieron ganar la batalla de la opinión pública.
Porque la maquinaria de la fabricación de mentiras estaba perfectamente engrasada: "Soy el único que a las ocho de la tarde a un tonto como el Inda le digo 'Uy, esto ¿por qué no sacas papapapa?', y a las nueve está imprimiéndose [en El Mundo]", relata en el audio Villarejo. Y fue exactamente como él lo explica, se publicó y no hubo manera de revertir la mentira, ya que todo el mundo se abonó a ella, unos porque la creyeron y otros porque sabían que tenían mucho que ganar. Aunque hemos visto por activa y por pasiva cómo han cerrado filas con el PP, de manera comprensible Vox y Ciudadanos y de manera vergonzosa el PSOE en muchas ocasiones, aquella barra libre de 2012 siguió con la persecución policial y judicial del independentismo y ha desembocado más recientemente en el escandaloso caso de espionaje que ha sido el CatalanGate.
Es algo más de una década de uso de cualquier acción, por ilegal que sea, para acabar con los líderes democráticos de un país y con un movimiento democrático. Todo para salvar y defender una idea monolítica de España. Como dice Villarejo, para "cambiar la historia de España" y dar un escarmiento "a estos hijos de puta de los catalanes".