Para este jueves, está convocada una de las sesiones más estrafalarias de las celebradas nunca en el Senado: un debate sobre la amnistía en la Comisión General de las Comunidades Autónomas. No podía haber un foro más sorprendente: esta comisión en el Senado debate sobre problemas o litigios entre autonomías, y la amnistía, por más que se mire, por un lado u otro, nada tiene que ver con sus menesteres. Es obvio, por tanto, que no se reúne para hablar de algo que no le toca, sino que su finalidad es claramente otra: utilizar la cámara alta como altavoz de una iniciativa legislativa non nata y desgastar así la iniciativa política. Como que el Partido Popular tiene mayoría absoluta, ha dispuesto a su antojo de los resortes parlamentarios para sacar adelante la iniciativa que iba a quedar descafeinada políticamente hablando al retirarse del debate el gobierno de Pedro Sánchez, el lehendakari vasco y los presidentes socialistas de comunidades autónomas.

Así iba a ser hasta que el martes el Govern anunció que el president de la Generalitat, Pere Aragonès, acudiría a la comisión del Senado, ya que el dirigente republicano no estaba dispuesto a dejar ninguna silla vacía donde se hable de cuestiones fundamentales como el fin de la represión o la amnistía. Una explicación que este miércoles se ha complementado con la información de que Aragonès realizará su intervención de diez minutos y abandonará la Comisión para no regresar y continuar con su agenda en la capital española. A favor de que la presencia del president de la Generalitat en el Senado pueda ser un visto y no visto está el hecho de que el orden de intervenciones de los presidentes autonómicos cumplirá el protocolo establecido y que se establece a partir de la aprobación de sus respectivos estatutos. Catalunya sería la segunda en intervenir tras el País Vasco, pero en ausencia de un representante de esta autonomía, Aragonès tendrá derecho a la primera intervención de un presidente.

Aragonès no deja la silla vacía, pero tampoco llegará a calentarla, porque no tendrá tiempo. Si su primera decisión de acudir resultó para muchos sorprendente, ya que era dar cancha a un acto que tiene un indiscutible tufo fuertemente electoralista, en cambio, gustó al PP porque dejaba a Urkullu y a los socialistas como políticos intolerantes. En su segundo quiebro, el president ha enervado al PP, que rebatirá las posiciones de Aragonès y del independentismo, también de los socialistas, los verdaderos destinatarios de los dardos del PP, en un foro donde ya solo quedarán presidentes populares. Alberto Núñez Feijóo, que se lo juega todo a la carta de una hipotética repetición electoral, ha situado la amnistía en el frontispicio de unos nuevos comicios el 14 de enero y que ya ha anunciado que de celebrarse, tratará de convertirlos en un referéndum en España sobre la amnistía de los independentistas catalanes con causas judiciales abiertas por hechos políticos durante el procés.

Si hablamos del tema de fondo, es realmente surrealista que la Comisión General de las Comunidades Autónomas se reúna para hablar de una amnistía que no existe y que no le compete abordar. Solo hace falta ir a los motivos de creación de dicha comisión en el Senado en 1994 para comprobarlo: su objetivo, como cámara territorial, es la de conocer todos los asuntos relativos al estado autonómico. Hace falta una imaginación infinita para querer conocer la opinión de los presidentes autonómicos sobre el particular y que lógicamente no va a afectar ni a las competencias de las que disponen, ni a los acuerdos de cooperación entre ellas, ni a la financiación autonómica, ni a las transferencias de competencias. Pero bien, cuando se busca el ruido, cualquier sitio es bueno, deben pensar los populares. Y así, el Senado que no sirve para nada continuará no sirviendo para nada.