La reunión convocada en las últimas horas por Emmanuel Macron, en París, para este lunes, y a la que ha invitado a siete jefes de gobierno de la Unión Europea, pretende encontrar una posición conjunta para responder a las propuestas de Donald Trump sobre Ucrania. No va a ser fácil revertir la posición prepotente de Trump de que la cuestión de Ucrania es una cosa entre el presidente ruso, Vladímir Putin, y él, pero están obligados a intentarlo si no quieren quedar en fuera de juego, cuando aún no se ha cumplido un mes de la llegada del republicano a la Casa Blanca, cosa que sucederá el próximo 20 de febrero.
Macron ha convocado a los jefes de gobierno de Alemania, Olaf Scholz; Reino Unido, Keir Starmer; Italia, Giorgia Meloni; Polonia, Donald Tusk; Holanda, Mark Rutte; Dinamarca, Mette Frederiksen; y España, Pedro Sánchez. También asistirá la presidenta de la Comisión Europea, el del Consejo Europeo y el secretario general de la OTAN. La presencia de Scholz es obligada, por la importancia de Alemania. Pero el hecho de que esté a menos de una semana de las elecciones en su país, en las que su posición política saldrá con una derrota histórica, deja un poco descafeinada la cumbre. Fragilidad que afecta también a Macron, que más allá de sus reconocidas habilidades para improvisar soluciones, se encuentra seriamente amenazado por el impulso electoral de la extrema derecha y, en menor medida, de la extrema izquierda.
No va a ser fácil revertir la posición prepotente de Trump de que la cuestión de Ucrania es una cosa entre Putin y él
En resumen, la fortaleza de Trump —y sus aspiraciones soberanistas— cogen a Europa sin liderazgos solventes en Francia y Alemania. Italia lo tiene con Meloni, pero ya es otra liga, igual que el resto de países asistentes a la cumbre de París. De hecho, lo que están intentando es utilizar su mejor baza, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, sin el cual parece difícil que se pueda cerrar un acuerdo al ser del país afectado. Bien es cierto que tanto Trump como Putin no se mueven con parámetros convencionales de la política en que la diplomacia tiene su importancia en la resolución de conflictos internacionales.
Zelenski, que sabe que ha perdido el apoyo de los EE. UU., se aferra a la Unión Europea como la carta que le queda. De ahí que, por ejemplo, haya pedido crear un ejército europeo para defenderse de las agresiones de Rusia y que todas las conversaciones con Moscú estén antes consensuadas por Bruselas y Washington. Trump ya ha dado señales de que su administración no consensúa nada —hay un nuevo sheriff en Washington, dijo esta semana en Múnich el vicepresidente norteamericano, J.D. Vance— con nadie. Es más, ya está negociando un encuentro, quizás en Arabia Saudita, con Putin. Como antes apuntaba, hasta el jueves no se cumplirá un mes con Trump en la Casa Blanca. Juega con su ritmo trepidante de noticias, lo que hace imposible que las respuestas tengan la misma velocidad. Empezando por Europa, cuyas respuestas son corales y de mucha menor fuerza.