Un total de 27 Estados celebran, entre el pasado jueves y este domingo a las 23 horas, elecciones al Parlamento Europeo y escogerán un total de 720 diputados, 15 más que en los comicios de 2019. España escogerá 61 parlamentarios, dos más de los que tenía en la última legislatura, siendo el cuarto Estado que más aporta a la Eurocámara, por detrás de Alemania (96), Francia (81) e Italia (76). Por la propia dimensión de estas elecciones, se van a establecer en muy pocas horas tres tipos de lecturas: la de la UE muy centrada en el crecimiento de la ultraderecha, que muy bien puede plantarse como la segunda fuerza en número de diputados, por detrás del Partido Popular Europeo y desbancando a los socialistas y socialdemócratas.
La fortaleza de Marine Le Pen en Francia y de Giorgia Meloni en Italia, a las que nadie discute su primera posición, es un ejemplo evidente de que los equilibrios históricos entre la democracia cristiana y los socialistas para repartirse el juego político en Europa pueden estar en riesgo. Si a ello se añade que ni en Alemania ni en España la izquierda aparece como ganadora, es evidente que estamos ante una nueva Unión Europea. El giro a la derecha en el continente no está en estos momentos en discusión y veremos a partir de la próxima semana qué alianzas se pueden tejer y qué pasa con avances en la agenda verde y en inmigración, dos pilares en los últimos años y en los que la ultraderecha querrá dejar su impronta en la Comisión y en el nuevo Parlamento Europeo.
Los equilibrios históricos entre la democracia cristiana y los socialistas para repartirse el juego político en Europa pueden estar en riesgo
La segunda lectura será española. ¿Por cuánto ha ganado las elecciones el Partido Popular? Porque las encuestas dan por descontado que el PSOE ha reducido la distancia, pero no hasta el extremo de ser la primera fuerza política. Por debajo de los tres puntos de diferencia, la victoria de la derecha será insuficiente para aparecer como claro ganador de los comicios y Feijóo habrá superado el trance, pero poca cosa más. En cambio, Pedro Sánchez, envuelto en la bandera de la persecución judicial, se puede sentir, con este escenario, lo suficientemente fuerte para convocar elecciones españolas. Esperemos unas horas para conocer las opciones de unos y de otros.
En Catalunya, hay pocas dudas de que el PSC quedará primero, completando un ciclo —municipales, españolas, catalanas y ahora europeas— como primer partido. Es un arma de doble filo: su fortaleza debería hacer pensar tanto a Esquerra como a Junts sobre la mejor estrategia para que este liderazgo no acabe siendo duradero en el tiempo y les deje sin terreno de juego para poder recuperar la posición que hoy tienen en solitario los socialistas. Corren el riesgo los dos partidos independentistas de pelearse durante unos años por las migajas, si no son capaces de revertir la situación.