San Torpete, en italiano, Torpes de Pisa, en español, fue un mártir que, según la tradición cristiana, en el siglo I eligió a Jesús antes que mantener los honores de la guardia de Nerón, que hasta entonces había liderado. Según el santoral, este lunes se celebra su festividad. Ante el silencio a que nos ha sometido, durante cinco días, Pedro Sánchez encerrado en la Moncloa, deshojando la margarita sobre si debe o no seguir como presidente del Gobierno, hasta el momento no tenemos nada más concreto sobre su decisión que San Torpetes. Quizás está llegando a la conclusión de que la justicia española no es aquella que desde el Renacimiento se representa como una mujer con los ojos vendados, con la espada en una mano y la balanza en otra, como imagen de equilibrio y de equidad.
Curioso el santoral del día, para quien nunca da puntada sin hilo y ha provocado un pánico en el PSOE donde todos sus dirigentes pagan con su cara de terror. El comité federal socialista del sábado en la calle Ferraz era un poema, con algunos de sus miembros en claro estado de pánico y desencajados. Solo hace falta mirar, por ejemplo, al ministro de Presidencia y de Justicia, Félix Bolaños, fontanero jefe del Palacio de la Moncloa, que o bien no sabe nada, y de ahí la inquietud, o lo que se imagina no le gusta. De ahí el apagón informativo, que esta vez no ha perdonado a nadie.
Como el momento es insólito, nunca un presidente del gobierno español había protagonizado una situación de interrumpir su mandato para reflexionar sobre su continuidad, todo lo que de él ha derivado es, cuando menos, extraño. Ya sé que a los socialistas no les gusta que se sea crítico con el movimiento de Sánchez, y enseguida utilizan etiquetas si no hay empatía con su decisión. Pero escuchando este domingo al diputado de Esquerra Ruben Wagensberg, que se ha tenido que exiliar a Suiza por una estrafalaria persecución por terrorismo del juez de la Audiencia Nacional Manuel García-Castellón, explicando que ningún socialista catalán le había enviado ningún mensaje de apoyo, se hace difícil empatizar con el Sánchez político.
Nunca un presidente del gobierno español había protagonizado una situación de interrumpir su mandato para reflexionar sobre su continuidad
Hablo de Wagensberg porque forma parte del último paquete de exiliados, con gobierno socialista en la Moncloa, pero podría referirme a cualquiera de los otros siete investigados en la causa Tsunami Democràtic, que también han tenido que irse al extranjero y que se suman a los que ya están desde 2017, empezando por el president Carles Puigdemont. La realidad es tozuda: solo han encontrado solución legal cuando Pedro Sánchez no ha tenido escapatoria y se ha visto forzado a la ley de amnistía. Después se han construido los discursos y se ha hablado de la normalización. Pero todos sabemos que la normalización ha sido la falta de votos en el Congreso, no fruto de una reflexión política.
Cuando escribo este artículo —22 horas del domingo—, nadie sabe a qué hora Sánchez nos comunicará su decisión. Hombre, muy normal no es. Debe tener que ver con un gen muy español, porque les aseguro que en otro país de las grandes potencias de la Unión Europea una actitud así sería impensable. Suerte que ya falta poco.