El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, ha conseguido parar el primer regalo envenenado del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a sus once presidentes de comunidades autónomas, además de Ceuta y Melilla. Todas ellas bajaron la cabeza y aceptaron, aunque fuera a regañadientes, que no irían a la Moncloa a negociar en solitario la nueva financiación, renunciaban a cualquier fórmula de bilateralidad y solo aceptarían una negociación multilateral, como hasta la fecha, que incluyera también Catalunya. Feijóo ha ofrecido una cierta imagen de liderazgo, aunque todos saben que, al final, la madrileña Isabel Díaz Ayuso o el andaluz Juanma Moreno, que cabalgan por su cuenta, decidirán lo que más les interese y que lo que hoy es unidad, mañana se puede explicar de otra manera. No deja de ser desalentador para muchos conservadores a quienes les gustaría otro PP, que siempre cometan el mismo error: convertir su acción política en una carrera permanente contra lo que demanda la mayoría de la sociedad catalana.

Ya sucedió en los tiempos del Estatut d'Autonomia de 2006, en que el PP puso en marcha aquella vergonzosa campaña de mesas petitorias por todo el territorio del Estado español, recogiendo firmas en su contra. La camarilla de Mariano Rajoy de aquellos años, con José María Aznar en la sombra y los Acebes de turno en la cocina del PP, no entendió que la reforma del Estatut se correspondía con una demanda mayoritaria de la sociedad catalana. Al gallego Alberto Núñez Feijóo le ha pasado algo parecido 20 años después y ha pasado de sostener en foros empresariales de Barcelona que no era fácil de explicar que a Catalunya no se le diera un concierto económico cuando lo tenían vascos y navarros, a liderar la oposición a una financiación singular para Catalunya, que ni es un concierto, ni contempla la soberanía fiscal, ni acaba con el déficit fiscal de Catalunya.

El PP solo piensa en Catalunya como palanca para ganar votos en el resto de España

Es cierto que hacer política en Madrid contra el régimen mediático de extrema derecha que está instalado es casi imposible y que cuando los Jiménez Losantos y compañía tocan el tambor, el Partido Popular no sabe quedarse quieto. Pero tampoco era necesario quedarse tan desprotegido en el momento en que Pedro Sánchez está políticamente más desguarnecido que nunca, y menos cuando Koldo García Izaguirre, el protagonista del caso Koldo, asistente personal de José Luis Ábalos, exministro de Fomento en el primer gobierno de Pedro Sánchez y de Transportes en el segundo, ha empezado a enviar mensajes de amenaza nada crípticos al PSOE sobre la puesta en marcha del ventilador con la información que tiene.

Pero el PP tiene una relación permanentemente errática con Catalunya. Solo piensa en ella como palanca para ganar votos en el resto de España y así se ha encontrado a las puertas de la victoria en varias elecciones españolas, la última vez en julio de 2023, y lejos de corregir el tiro no ha aprendido nada. Al mensaje público de los barones del PP de todos a una, propagado desde el Palacete de los Duques de Pastrana de Madrid —en una curiosa imagen que pretendía presentar a Feijóo en un palacio de la Moncloa bis—, solo le falta, supongo que porque se sobreentiende el mensaje, de todos a una contra Catalunya. Un proverbio árabe dice que "Quien mata al león come. A quien no lo mata, lo comen". Y supongo que ese es el dilema permanente del pobre Feijóo.