Aunque todos los Barça-Madrid tienen por su lógica rivalidad un nivel de tensión superior a cualquier otro partido de fútbol, costaría encontrar en los últimos años una situación de tirantez como la de la final de la Copa del Rey que se celebra este sábado, a partir de las 22 horas, en el estadio de La Cartuja de Sevilla. Y eso que en buena parte de estos años, el duelo de Pep Guardiola y José Mourinho levantó ríos de tinta, en buena medida, por la actitud provocadora del portugués. El de Santpedor conserva un buen registro de aquellos partidos con el equipo blanco, con el que tuvo quince enfrentamientos, divididos en cuatro torneos: LaLiga, Champions League, Supercopa de España y Copa del Rey. Nueve fueron las veces que terminó ganador, cuatro veces empató y perdió apenas dos partidos. El actual entrenador del Barça, Hansi Flick, lleva dos victorias de las dos confrontaciones que ha tenido con el Madrid con un resultado global de 9 goles a favor y 2 en contra. El 2-5 de la final de la Supercopa de España celebrado en Arabia Saudí y el 0-4 del Bernabéu.
Pese a ello, cuesta mucho dar al Barça como muy favorito, pese a que sin duda lo es por fútbol, estilo de juego, bloque colectivo, personalidad y momento anímico. Decía Johan Cruyff que "el fútbol es un juego que se juega con el cerebro. Debes estar en el lugar adecuado, en el momento adecuado. Ni demasiado pronto ni demasiado tarde”. Y este equipo del entrenador alemán ha logrado en muy pocos meses una armonía impensable. Pero la gracia del fútbol, lo que le convierte en un espectáculo único, es que nada es seguro al 100% y que, en el terreno de juego, 22 jugadores, un golpe de suerte, un fallo inexplicable, pueden acabar desbaratando cualquier pronóstico. Además, una final Barça-Madrid siempre es mucho más que un partido de fútbol. Son, por excelencia, encuentros que duran mucho más de los 90 minutos reglamentarios, 120 con prórroga si hay empate y los correspondientes penaltis si el resultado sigue igualado. Nada dura tanto como la previa del partido, donde se juega con los nervios a desestabilizarse para ganar unos cuantos cuerpos antes del pitido inicial.
Una final Barça-Madrid siempre es mucho más que un partido de fútbol
Esta final tiene, sin embargo, ingredientes propios, como el árbitro de la final, el colegiado Ricardo de Burgos Bengoetxea, rompiendo a llorar y cargando contra Real Madrid Televisión: "Le dicen a mi hijo que soy un ladrón". Ha acusado al Madrid de generar odio en las redes sociales en contra del colectivo arbitral: "Las consecuencias es que estamos viendo todas las semanas en redes sociales que insultan sin ningún tipo de control. Constantemente insultando a nuestro colectivo, actuaciones por los actores de fútbol que dan pie a que no estamos siendo honestos. El problema es la consecuencia, cuando hablamos de robo o palabras malsonantes... El aficionado paga esa frustración no con nosotros, sino con el niño o niña que pita a los chavales los fines de semana. Hay que volver a un fútbol más limpio porque es bueno y sano para todos", ha añadido De Burgos Bengoetxea. A partir de estas palabras, lo que se abrió fue el infierno para el colegiado, igual que para el árbitro del VAR, Pablo González Fuertes, con petición del Madrid de cambio de árbitros para la final y negativa de la Federación Española a aceptar sus exigencias. Paralelamente, no presentación al entreno programado en el estadio de la final, incomparecencia a la rueda de prensa previa al partido y sillas vacías en la tradicional cena de directivas ofrecida por la RFEF.
Incluso se ha llegado a especular con la incomparecencia del Madrid en el terreno de juego si no hay cambios en el equipo arbitral. No deja de ser curioso pensar en una situación así en una final de la Copa del Rey. Después de años con pitadas al himno español en finales del Fútbol Club Barcelona frente al Bilbao (2009, 2012 y 2015) o frente al Osasuna (2023), este año que estaba más nivelados aplausos y pitos con el Madrid como rival, una hipotética ausencia del Madrid. Supongo que todo es una estrategia motivacional y que la final se jugará, que es lo que esperan los aficionados. También para despertar con una dosis de adrenalina del letargo a los Mbappé, Vinicius, Bellingham y el largo etcétera de jugadores que no han dado la talla en toda la temporada. En medio de este alboroto, escuchar a Flick decir que es solo un partido de fútbol y que a los árbitros hay que ayudarles y darles apoyo, ya que es un deporte, un juego, no es ni mucho menos una provocación. Es tocar de pies en el suelo.