Se mire por donde se mire, el efecto sísmico de las elecciones europeas es preocupante y empieza a perfilar un efecto latente de la ultraderecha en la Unión Europea que amenaza seriamente a los cimientos de los países fundadores. Fueron seis países, Francia, Italia, Alemania, Bélgica, Luxemburgo y Países Bajos, los que firmaron el tratado que constituyó la Comunidad Económica Europea (CEE), en la ciudad de Roma el 25 de marzo de 1957, y después de este domingo todos ellos, excepto los Países Bajos, en mayor o menor medida, han girado hacia posiciones de la ultraderecha o euroescépticas. Francia y Alemania, con crisis políticas de calado; Bélgica, con la dimisión del primer ministro (el liberal Alexander De Croo); Italia, con el refuerzo del partido de Giorgia Meloni; Países Bajos y la pequeña Luxemburgo, que solo escogía seis escaños de los 750, dando entrada a los euroescépticos del grupo de los conservadores y reformistas europeos (ECR).
Sin duda, la crisis más profunda se ha abierto en Francia, donde Marine Le Pen se ha alzado con una treintena de escaños y ha alcanzado el 31% de los sufragios, aplastando el partido del presidente Emmanuel Macron, al que más que ha doblado. Macron ha hecho una apuesta arriesgada disolviendo la Asamblea Nacional y convocando elecciones legislativas para final de mes. Por primera vez, el partido de Marine Le Pen tiene opciones reales de gobernar y que la cohabitación sea realmente explosiva. Por si faltaba algún ingrediente, las declaraciones del presidente del partido conservador francés de los Republicanos, Éric Ciotti, posicionándose a favor de construir una alianza con la Agrupación Nacional de Le Pen, hasta ahora apartado del poder gracias a un cordón sanitario, ha abierto la caja de los truenos en el país galo. El partido de los Republicanos, fundado por Nicolas Sarkozy, no es el que era, pero conserva resortes de poder que salieron en tromba pronunciándose en contra desde presidentes regionales a destacados diputados y senadores. En cualquier caso, la crisis está abierta entre los que creen que la unidad de la derecha y la ultraderecha es imprescindible y los que no lo ven así.
Hablar de las tres principales economías de Europa y de los principales referentes del Viejo Continente en estos términos hace unos pocos años hubiera sido impensable
No es menos grave la situación en Alemania, donde la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) ha logrado un 16,4%, lo que supone un fuerte aumento de apoyo con respecto al 11% de hace cinco años. Es una formación claramente euroescéptica que basa su programa en el rechazo al euro, a los rescates a los países periféricos y la defensa de la vuelta al marco alemán con una disolución ordenada y paulatina de la eurozona. Un escenario, el de la AfD y la primera posición muy sólida para la CDU, que complica y mucho la posición del canciller socialdemócrata Olaf Scholz, que lo va a tener muy difícil para llegar vivo a las elecciones legislativas previstas para 2025. La alianza de gobierno de la llamada coalición semáforo, conformada entre SPD, FDP y los Verdes, puede acabar siendo un corto paréntesis entre Angela Merkel y el actual líder de la CDU, Friedrich Merz. La convergencia de Francia y Alemania con problemas no muy diferentes, dado el crecimiento de la ultraderecha y que en el país germano también se han pedido elecciones anticipadas, son una mala noticia.
Y llegamos a Italia, donde a la vista de los otros partidos ultras que crecen en el continente, parece que Bruselas encaja mucho mejor el auge de Meloni, que, al menos, no es euroescéptica. Su casi 30% le refuerza y aunque el partido que lidera tiene sus raíces en un grupo neofascista, hay una cierta comodidad comunitaria con muchas de sus políticas. Meloni emerge en el país transalpino como una gobernante popular y capaz de dirigir un país frente una izquierda en retroceso y fragmentada. Que estemos hablando de las tres principales economías de Europa y de los principales referentes del Viejo Continente en estos términos hace unos pocos años hubiera sido impensable. Será que la condición humana es sobre todo la adaptación a las nuevas circunstancias, mucho más que ir a las causas de por qué se producen estas situaciones.