El anuncio del Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA) de intentar nuevamente una fusión con el Banc Sabadell, comunicado sorpresivamente el pasado martes, tal como ha sido planteado por la entidad que preside Carlos Torres, es para Catalunya una noticia inquietante, y es del todo lógico el escepticismo que ha provocado. Es cierto que el Sabadell ya no tiene su sede en Barcelona y que, a raíz de los movimientos telúricos que se produjeron en octubre de 2017, ahora está en Alicante. Pero dicho eso, a nivel operativo o de conexión con el tejido empresarial catalán, tanto grandes como pequeñas y medianas empresas, su relación es muy preferente, como corresponde a su historia, fundado en 1881 en la cocapital del Vallès Occidental.
El Banc Sabadell se ha limitado, hasta la fecha, a dar por recibida la propuesta del BBVA, sin haber expresado en público opinión alguna. Algo que procederá a hacer cuando haya reunido a su consejo de administración el viernes, o a más tardar el lunes. Solo ha hablado el banco presidido por Torres, que este Primero de Mayo ha avanzado que propone al Sabadell que la nueva entidad financiera tenga una doble sede operativa en España, la actual sede del BBVA en Madrid y otra en Sant Cugat, donde está el centro corporativo del Banc Sabadell. Según el banco vascomadrileño, se reforzaría así el papel de Barcelona como hub europeo para las empresas más innovadoras y disruptivas del mundo.
También propone el banco vascomadrileño que la denominación social y la marca sea la del BBVA, pero que se mantenga la marca Sabadell en aquellas regiones o negocios en los que pueda tener un interés relevante. En el nuevo consejo de administración de la entidad resultante, el BBVA les reserva tres asientos, uno de ellos con rango de vicepresidente. No hay por en medio una aportación de dinero, sino un intercambio de acciones en una proporción de una del BBVA por cada 4,83% del Sabadell, o sea con una prima del 30%. En síntesis no es una operación nueva, sino muy parecida a la que ya fracasó en 2020, en plena pandemia, y con los mismos protagonistas, Carlos Torres y Josep Oliu. En aquella ocasión, el intercambio era más o menos de uno a ocho y la economía española estaba semiparalizada.
No es una mera operación bancaria para Catalunya, que ha visto como cada entidad absorbida por el BBVA era una pieza menos de capacidad de maniobra
No es la situación actual. El Sabadell ha presentado esta misma semana resultados del primer trimestre, con unos beneficios récord de 308 millones, más del 50% que en el mismo primer trimestre del año anterior. La situación de la entidad, por tanto, no le obliga a una fusión y después de muchos años puede mirar con un cierto optimismo al futuro, fruto del trabajo bien hecho por el equipo encabezado por Josep Oliu y César González-Bueno, preservando contra viento y marea su independencia y alejándola de intentos de fusión.
Las autoridades catalanas, los partidos políticos y las organizaciones empresariales y sindicales han de intentar preservar su actual autonomía en beneficio de Catalunya y de los catalanes. No es una mera operación bancaria para Catalunya, que ha visto como cada entidad absorbida por el BBVA era una pieza menos de capacidad de maniobra: desde Banca Catalana en 1998 y la fusión de cajas Unnim, que agrupaba Terrassa, Manlleu y Sabadell, absorbidas en 2012 y que le supuso unos 2.000 millones en ayudas del FROB. Dos años después, el BBVA compraría Catalunya Caixa, antigua Caixa Catalunya. Si ahora engullera al Sabadell, cerraría el círculo. Y Catalunya saldría, sin duda, perdiendo.